Atlas del eclipse es un hipnótico ensayo narrativo o libro de viajes o novela sin ficción que transcurre durante cien días del año 2020. Desde mediados de febrero, cuando Reinaldo Laddaga contrajo el coronavirus, hasta las manifestaciones que provocó el asesinato de George Floyd. Durante esos meses extraños, el autor se dedicó a caminar sistemáticamente por la metrópolis fantasmal, a recorrer la dimensión más desconocida de la ciudad de Nueva York. Sus viejos parques, cárceles, asilos, cementerios y sanatorios. Y los nuevos camiones frigoríficos que albergaban los cadáveres de la pandemia. Con la lucidez que brinda la luz del cataclismo, el escritor argentino relee en estas páginas la obra de Edgar Allan Poe, la topografía de Central Park o Coney Island, la figura de Donald Trump o la tradición literaria del limbo, esa zona flotante entre los cielos y los infiernos. El resultado de todas esas excursiones físicas y mentales, por el presente y por el pasado, es un libro fascinante, que recuerda por momentos a los de Ryszard Kapuściński o Joan Didion, y que se inscribe por méritos propios en la estela de Delirio de Nueva York, de Rem Koolhas, y Bajos fondos, de Luc Sante. Literatura ambiciosa y vagabunda para indagar en el subconsciente de una ciudad y de una época.
Segundo libro de la serie «Intersespecies», dirigida por Jorge Carrión, que se propone abordar las claves culturales, sociológicas, tecnológicas y científicas de nuestra época.
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«Un desfile de animales en mortaja. Los síntomas de la enfermedad. Aparición inesperada de Edgar Allan Poe. Nueva York esquelética. La ausencia del Estado. Cartografía de la transmisión.
Hace poco leí un curioso paper publicado por un equipo de psicólogos de Harvard y de la Universidad de Carolina del Norte. Los profesores Daniel Wegner, T. Anne Knickman y Kurt Gray introducen su trabajo con esta tajante afirmación: «Los muertos adquieren una cierta presencia en nuestras percepciones y pensamientos: los imaginamos como fantasmas, como memorias, como residentes del cielo o el infierno. Pero al parecer la mayor parte de nosotros siente que los individuos sumidos en estados de coma persistentes son entes desprovistos por completo de presencia: meros cuerpos que carecen de toda capacidad psíquica, preservados solamente por las máquinas. El contraste nos sugiere que los vivos tienden paradójicamente a suponer que aquellos que residen en esa región biológica intermedia, al disponer de menos poderes mentales que los cadáveres, están más muertos que los muertos». Por supuesto, me dije al leer este párrafo: es así. Pero no pensaba en los humanos que persisten en tal infortunada condición, sino en la ciudad de Nueva York durante los primeros meses del año 2020.
Como les habrá pasado a ustedes, he visitado varias ruinas de ciudades antiguas y pueblos industriales antes prósperos y ahora abandonados. Estos sitios nos fascinan porque la muerte que un día les tocó no ha podido acallar las resonancias que atraviesan sus vacíos. Pero nada resonaba en el aire tieso y rígido de la Nueva York de la pandemia; y si atisbábamos algún bulto moviéndose frente a los palacios de hielo de Wall Street o una ronda de siluetas celebrando viejos festivales en las pantallas de una tienda no pensábamos en esos solemnes espectros de las leyendas que punzan con el alfiler de su mirada nuestros terrores más ocultos, sino en los monigotes de cartón que nos confrontan en los trenes fantasma de los parques. Hay una gravidez propia de las arquitecturas que sus habitantes hace tiempo han desertado, pero Nueva York era una criatura tan famélica y tumbada que nos costaba recordar que había sido capaz de animarse, de vibrar. La luz tajante de la primavera nos dejaba verle el esqueleto, y el esqueleto era un montaje de huesos de varios animales, unidos por grampas y cordones, colgando de una viga entre las chapas de un galpón en un embarcadero incógnito: estaba más muerta que los muertos.
Esto fue lo que sentí en el curso de los cien días que mediaron entre la noche de febrero de 2020 en que contraje el Coronavirus y principios de junio, cuando la ciudad fue alcanzada por la marejada antirracista provocada por el asesinato de George Floyd».
Si quieres leer el inicio de la obra, puedes hacerlo en este enlace.
Reinaldo Laddaga es escritor. Nació en Rosario, Argentina, y vive desde hace muchos años en Nueva York. Ha enseñado en diversas universidades de los Estados Unidos y Latinoamérica. Es autor de una decena de títulos de crítica y ficción, entre los que destacan los ensayos Estética de la emergencia y Estética de laboratorio; las biografías de John D. Rockefeller, Walt Disney y Osama bin Laden, que reunió en el volumen Tres vidas secretas; el libro autobiográfico Un prólogo a los libros de mi padre; y la novela Los hombres de Rusia.
Ficha técnica:Atlas del eclipse de Reinaldo Laddaga 272 páginasFormato: 14 x 21 cm Encuadernación: Rústica ISBN: 978-84-18807-96-1 PVP: 20,50 €