Un tal Cangrejo de Guillermo Aguirre

La culpa de todo la tiene el perro, o al menos eso cree Cangrejo a sus doce años, porque es sacándolo a pasear como conoce a Jotacé y su secuaz Tarado, dos chavales libres, insolentes y violentos que personifican un universo del que Cangrejo quiere formar parte y que su familia de clase media le ha negado: el mundo de la calle, con sus broncas y sus mitos. Inmerso en una adolescencia prematura marcada por la necesidad de liderazgo y por la creencia de que es legítimo tomar por la fuerza lo que uno ansía, muy pronto Cangrejo se ve arrastrado lejos de las aulas, expuesto a su suerte en una ciudad gobernada por muchachos y plagada de motos, trapicheos y trifulcas, sobre la que proyecta también su mitología personal: gladiadores en anfiteatros romanos, caballeros y princesas en castillos medievales, espías y mafiosos de leyenda. Cangrejo crece así entre el mundo real y el imaginario, aprendiendo los códigos de la lealtad y el lenguaje de la traición, y en su tránsito al territorio de los adultos no tarda en comprender que estos son aún menos fiables que los propios adolescentes.

Un tal Cangrejo narra, al modo de una novela picaresca, el discurrir de una adolescencia en el Bilbao de finales de los noventa, mostrando los aspectos más crudos de una masculinidad brutal que no es sino reflejo de una sociedad machista movida por la violencia, el sexo y el dinero. Una novela de aprendizaje que huye de convencionalismos, dolorosamente divertida y tensa y dura como un martillazo, en la que Guillermo Aguirre retrata con lírica desguazada y épica de ametralladora una educación sentimental en la ley de la calle.