Grand Hotel Europa de Ilja Leonard Pfeijffer

‘El patio de recreo del mundo’ es el título de uno de los capítulos de ‘Grand Hotel Europa’, metáforas ambas con las que Ilja Leonard Pfeijffer describe a un Viejo Continente sin futuro, que se recrea en su excelso pasado y lo ofrece sin pudor a los nuevos bárbaros.

El autor holandés es el narrador y protagonista de un texto que nos presenta como el resultado de sus investigaciones sobre las causas y efectos del turismo de masas. En él nos describe tanto el proceso de documentación como la gestación del proyecto, que incluía un documental finalmente frustrado por la inoperancia de sus exóticos responsables.

Pero eso no es más que el armazón de un libro que redacta desde su habitación en el Grand Hotel Europa, noble vestigio de otros tiempos recientemente adquirido por un empresario chino. Allí se ha retirado para superar el final de su relación con una historiadora del arte, cuyo comienzo y avatares se incluyen puntualmente en la narración. Como también se incluyen la búsqueda, por parte de la pareja, del misterioso último cuadro de Caravaggio, o la cruda historia del botones, magníficamente inertextualizada en uno de los capítulos, refugiado con el que el protagonista traba amistad desde su llegada.

Los destinos que podemos visitar junto a este van desde Génova, residencia actual del autor, a la emblemática Venecia y al insoslayable conjunto de Cinque Terre, pasando por las artificiales ciudades de Giethoorn y Skopie, decorado holandés la primera y exótica capital balcánica la segunda. Es este, pues, uno de esos textos que se prestan a ser complementados con búsquedas en google maps, tanto para seguir en el plano de una ciudad el periplo del narrador, como para contrastar sus descripciones de edificios o monumentos con las imágenes de la red.

El Pfeijffer más satírico es el que describe a aquellos buscadores de autenticidad para los que los turistas son siempre los otros, y el más indignado el que denuncia las tropelías de los que no respetan el patrimonio, o el que sale en defensa del mayordomo del hotel, exquisito personaje que, junto a la misteriosa antigua propietaria, representa el estilo de un mundo a punto de desaparecer bajo el peso de su propio pasado. Porque lo que el nuevo propietario de Grand Hotel Europa quiere ofrecer a sus compatriotas es un simple parque temático que cumpla con sus expectativas. 

Las conversaciones con algunos de los antiguos clientes de ese establecimiento, claro homenaje al sanatorio de Thomas Mann, permiten al autor realizar un inspirado análisis económico del actual modelo turístico, claramente insostenible. Pero también son el cauce para ridiculizar a uno de los personajes: una poetisa aquejada de misandria. Sin embargo, la caricatura resulta tan burda que no podemos sino interpretarla como una irónica provocación al estilo Houellebecq. Será el lector quien, si lo desea, establezca las distancias entre el autor y su personaje, como ya propuse en el caso del francés.

Hay por último otra cuestión clave en el libro: la difusa frontera entre lo verdadero y lo falso, entre realidad y ficción. Porque, como se nos plantea en el texto, ¿qué es más auténtico, el espectáculo de decenas de turistas participando activamente en una ceremonia religiosa en un templo hindú, o la visión de la población autóctona en la cercana playa con sus camisetas nike? 

Para rematar el tema Pfeijffer nos describe su visita en Venecia a la impresionante exposición Tesoros del naufragio del ‘Increíble’, del británico Damien Hirst (hay también un magnífico documental en la red), desmesurado paradigma de la falsificación que recibía al visitante con la inscripción: “En algún lugar entre las mentiras y la verdad está la verdad”. Según el autor holandés, la muestra nos habla también de la transitoriedad de las civilizaciones, de la subordinación de la verdad al espectáculo, o de “la necesidad de contar historias”, porque, como escribe en otro lugar del texto, “sin ideas, símbolos e historias todo es insípido y ordinario, y nada tiene sentido”.

Y este inteligente libro tiene mucho de todo eso.

Rafael Martín