He de confesar que hacia tiempo que no leía una novela en un único día. Es difícil decir esto cuando tienes a tu disposición casi cualquier libro que puedas desear, pero eso ha sido lo que ha conseguido Yannick Haenel con su «Que no te quiten la corona». Recogí el libro en la oficina de correos, lo abrí con ganas y, después que mi mujer me preparara un café de origen etíope, tomé la obra que Acantilado me acababa de enviar para ojearla unos minutos. Diez horas después, y tras varias interrupciones que me impidieron culminarlo antes, cerré su novela con una sonrisa perfecta en la cara.
No conocía nada de Yannick Haenel, no sabía que era un experto en arte y que escribía regularmente para Charlie Hebdo, menos aún que su obra había ganado el Medicis 2107 (la culpa es mía porque la fajita así lo resaltaba pero fue al lugar donde van todas las fajitas en mi casa, la papelera), hoy ya sé muchas cosas más sobre el autor francés y lo único que lamento es que en nuestra lengua no haya nada más traducido pues con delectación lo leería.
Utilizaré algunas frases del propio libro para describirlo:
«¿De qué va?»
Eso es lo que preguntaban a Jean, el protagonista de la obra, los productores cuando soltaba encima de su mesa un enorme guion sobre la vida de Herman Melville: The Great Melville. Un guion que a nadie le interesa pero que llena la existencia de Jean, quien tiene la cabeza «místicamente alveolada» como el propio Melville. Solo cree que Michael Cimino, el gran cineasta estadounidense director de El cazador y La puerta del cielo, sería capaz de entender su guion y ejecutarlo. Cuando cierto día le dan el móvil de Cimino su vida cambia. Tiene lugar una reunión en Nueva York y Cimino lee el manuscrito. Se producen una serie de aventuras increíbles que abarcan muchos escenarios y están plagados de esperpénticos personajes: una portera cabreada, un dálmata acaparador, un vecino jugador de póker perseguido por dos bigotudos, un productor que ama el marisco, una señora que dice ser Cimino y una amante enamorada de la caza como él. Todo ello con el decorado de fondo de los atentados extremistas islámicos en París.
«El camino es lo divertido. Cuando llegas a la meta se acaba la diversión»
Si leí de una sentada esta novela fue precisamente porque el camino que dibuja Haenel es superdivertido y atractivo. Con unas dosis de humor corrosivo página tras página, el autor francés dibuja la caótica existencia de este perdedor profesional obsesionado con su guion. Haenel describe las aventuras de Jean con una prosa arrolladora y masiva, llena de erudición y misticismo a la vez que cercana y espontánea, capaz de abarcar la locura, lo absurdo, lo espiritual y lo reflexivo junto con lo más profano, esperpéntico y divertido que se puedan imaginar.
«¿Sois capaces de vivir en la verdad?»
¿Quién puede jactarse de estar a la altura de semejante enormidad? Se pregunta Jean al acabar la novela. Y ese es el poso que deja la conclusión de la obra, ¿de verdad pasó todo lo que indica la novela? ¿Es todo una autoficción del escritor pagada por un productor? Da igual, mientras leemos «Que no te quiten la corona» no sabemos si vivimos la verdad, pero si vivimos en la verdad a la que nos lleva Haenel. Una verdad divertida, rica y regocijante que eleva el placer de leer a una cotas altísimas.