El gabinete de los ocultistas, de Armin Öhri

Presumo que todo autor contemporáneo de novela policíaca ha bebido de los grandes clásicos. Seguro que se enamoraron, al menos la mayoría, del género a través de la pluma de Agatha Christie, Arthur Conan Doyle o Raymond Chandler, por nombrar a los más icónicos. Historias decimonónicas donde el encargado de resolver un crimen debía contar exclusivamente con su inteligencia e instinto, recopilando pruebas sin técnicas modernas que facilitasen su labor, que tienen un encanto especial. Al escritor liechtensteiniano Armin Öhri le debe ocurrir lo mismo al trasladar sus historias a esa época pretérita.

Cuando imaginamos el escenario de una trama situada en el siglo XIX, inevitablemente la enmarcamos en la Inglaterra victoriana. Este no es el caso. Supongo que debido a la procedencia del escritor, la historia transcurre en un Berlín ubicado dentro del Reino de Prusia, ya que la acción se desarrolla en 1865, seis años antes de la reunificación de Alemania. Esto nos sirve para situar la trama dentro de un marco histórico crucial en la historia de un país, exprimiendo todas las posibilidades que envuelven a los personajes, donde el autor hace que nuestros protagonistas converjan con personalidades reales que marcaron el destino no solo de un futuro país, sino del continente europeo.

A través de la novela “La musa oscura”, ganadora del Premio de Literatura de la Unión Europea, conocimos a Albrecht Krosick y Julius Bentheim, los estudiantes aficionados a resolver crímenes. En “El gabinete de los ocultistas” volvemos a reencontrarnos con ellos. Esta vez los acompañamos a una celebración que ha organizado el barón Valentín von Falkenhayn en su palacio. Allí acudirán a una sesión de espiritismo en compañía de once invitados más, haciendo que sumen trece los concurrentes, número maldito para los creyentes y supersticiosos. Que al término de la velada, uno de los invitados sufra un terrible accidente mortal, hará que los rumores sobre la actividad que acababan de practicar, formada por un número de asistentes tan fatídico, se propaguen rápidamente por la ciudad. A raíz de ello, el escéptico Albrecht Krosick decide formar “el Gabinete de los Ocultistas”, que constará intencionadamente de trece miembros. Pero las muertes no cesan, y junto a Julius tendrá que enfrentarse al caso y a sus propios fantasmas.

Esta kriminalroman es una novela gótica trepidante que engancha desde la primera página. Es una delicia paladear esta historia en un marco incomparable como es la ciudad de Berlín, que cumplirá las expectativas tanto del lector medio como al de novela clásica más exigente. Donde el giro final nos dejará un rato mirando a la nada para tratar de asimilar dicho desenlace. A destacar la buena traducción del alemán por parte de Elisa Martínez, donde las pocas notas del traductor que aparecen a pie de página sirven para aclarar conceptos y frases hechas del idioma original, resultando muy útiles sin entorpecer la dinámica de la lectura de la trama. Una lectura que se hará corta como adictiva, y cuyos cortos capítulos hará que no queramos parar de leer.

Como hemos dicho, “el Gabinete de los ocultistas” es la segunda aventura protagonizada por los dos amigos tan aficionados a resolver crímenes. Que esto no eché atrás al posible lector, ya que la que nos ocupa hoy se puede leer independientemente de la anterior sin que perdamos un ápice de la trama, tanto del misterio a resolver —que no tiene nada que ver con la primera entrega— como de los hechos vividos por los personajes principales, de cuyas vivencias nos ponemos al día inmediatamente en esta nueva novela.

Este libro apareció por primera vez en su país de origen en 2014, habiéndose editado su antecesora en 2012. Publicando el autor posteriormente dos historias más protagonizada por nuestra pareja de estudiantes en 2015 y 2021. Esperamos que Impedimenta nos brinde la posibilidad de disfrutar pronto de estas dos obras traducidas a nuestro idioma en breve, porque os lo advierto, una vez que conozcáis a estos personajes, os enamorareis de ellos y querréis seguirles los pasos irremediablemente.