Este es el segundo libro de la preciosa colección minotauro ilustrados que disfruto. El anterior fue una maravillosa edición de En las montañas de la locura, acompañada por las ilustraciones de artista Baranger, realizando una labor encomiable, y del que podéis leer su reseña en esta misma web. Esta vez, quien se ha encargado de ilustrar esta pequeña colección titulada “Los cuadernos Lovecraft” ha sido el francés Armel Gaulme.
Este joven ilustrador se ha encargado de acompañar con sus dibujos cuatro relatos del maestro del terror H. P. Lovecraft. La primera entrega fue Dagon, el segundo La ciudad sin nombre, que es el que nos ocupa hoy, el tercero Ratas en las paredes y el cuarto El sabueso. Los seguidores del escritor habréis caído en que estas obras son relatos cortos, por lo tanto estos libros se leen en un momento, pero la sensación de disfrutar de ellos se multiplica al complementarlos los dibujos de Armel Gaulme.
El nombre de la colección, “Los cuadernos…” no es por casualidad, y es porque su formato es similar a los cuadernos de dibujo, sobretodo a los modelos archiconocidos tipo moleskine. Con su pequeño formato y su encuadernación en tapas duras y esos trazos del artista realizados a lápiz, hacen que releerlo sea una nueva experiencia. Todo ello crea la ilusión de que el protagonista del relato llevaba encima este cuaderno y acompañó con sus dibujos la narración de lo acontecido mientras penetraba en las entrañas de esa ciudad sin nombre que alude el título.
Cada vez que leo algo suyo caigo rendido a la habilidad que poseía a la hora de narrar. Al leerlo sientes que el propio autor te está contando el cuento al oído frente a la fogata de un campamento. De este cuento de terror hay ya poco que decir a estas alturas. Todo buen aficionado sabe como la mitología del autor se basa en ciudades abandonadas y malditas desde hace eones, las cuales las habitaban razas indeterminadas y nada emparentadas con nosotros, los seres humanos. De como un explorador se aventura en esta ciudad abandonada en medio del desierto de Arabia. Donde su curiosidad por esta ciudad maldita es más fuerte que el miedo a lo que pueda aún morar en ella, un descubrimiento que lo enfrentará al horror y la locura. Es en este relato donde se nombra por primera vez al poeta loco Abdul Alhazred, autor del mítico y maldito libro Al-Azif o Necronomicón.
Este relato se complementa perfectamente con los dibujos de Gaulme, haciendo aún más inquietante el testimonio del explorador sobre su experiencia en esta ciudad abandonada. Con trazos carentes de color, dibujados a lápiz, a veces bien definidos otras en forma de bocetos, contando solo con los grises que ha sido capaz de arrancar del carboncillo, donde la fuerza ejercida sobre el papel es la única diferencia reconocible en sus trazos. Llama la atención el enorme sentido de la perspectiva y la proporción que posee el artista, y que podemos comprobar observando con atención, y admiración, los dibujos que ilustran las ruinas de la ciudad protagonista de esta novela corta. Y es que reitero que no había un ilustrador más adecuado para este trabajo, porque la obra de Armel Gaulme se caracteriza por sus ilustraciones a lápiz, y por su gran afición y amor a los tradicionales cuadernos de dibujo.
Tanto si eres aficionado a la literatura de Howard Philips Lovercraft, como si no, este libro es de aquellos que merecen un lugar especial y visible en nuestra estantería, porque gracias a las preciosas ilustraciones que acompañan al texto hacen que reencontrarse con este relato sea una nueva experiencia, y si no conoces el relato con antelación, es la oportunidad perfecta para enamorarse de la obra de Lovecraft, y con el incentivo de verlo adornado por estos maravillosos dibujos.