La forma adecuada es resiliencia, procedente del inglés resilience, y este derivado del latín resiliens, -entis, con respecto al participio presente activo resilīre, refiriéndose a la idea de retroceder. Se emplea esta palabra para expresar el regreso de un sistema a su estado inicial. Su uso se proyecta en diferentes contextos: la ingeniería, la ecología o la psicología.
En el ámbito de la ecología se usa para indicar la capacidad de un ecosistema para su regeneración (por ejemplo, un bosque arrasado por un incendio tiene una cierta capacidad para regresar a su estado inicial).
Las enfermedades, los desajustes emocionales o los problemas económicos son situaciones que provocan padecimiento y frustración. Ante cualquier forma de adversidad caben dos respuestas o actitudes vitales: rendirnos y darnos por vencidos o bien adoptar una actitud de lucha para superar la situación problemática. Ésta última opción depende de nuestra capacidad de resiliencia.