Los textos recogidos en ‘Domingo’ funcionan como un muestrario completo de la obra de Natalia Ginzburg. Son breves textos que anuncian o resumen lo que podemos encontrar en sus novelas, relatos y ensayos, de forma que sirven de anticipo y señuelo para aquellos lectores que no conozcan a la autora italiana, o de feliz reencuentro para los que ya disfrutaron con sus historias, sus personajes y su estilo inconfundible.
Así, el relato ‘El paso de los alemanes por Erra’ nos remite a su novela ‘Todos nuestros ayeres’. Aquí también las tropas alemanas motorizadas atraviesan el pueblo provocando la huida de unos y la resistencia de otros. Un relato que se complementa en este volumen con el texto autobiográfico ‘El miedo’, donde la autora recuerda su frustración ante las noticias falsas sobre el final de la guerra, y la inquietud ante el paso de aquellos vehículos militares por Pizzoli, el pueblo de los Abruzos al que acompañó a su marido desterrado. Allí escribiría su novela corta ‘El camino que va a la ciudad’, y de allí partirá Leone Ginzburg para morir en las cárceles romanas.
El dolor y la desolación por la pérdida están en ‘Verano’, crónica de su intento de suicidio y del renacimiento junto a sus hijos, como también lo están en la descarnada novela ‘Y eso fue lo que pasó’ y en el relato ‘La madre’, escrito el mismo año e incluido en el volumen ‘A propósito de las mujeres’.
Pero la escritura de Ginzburg es, a pesar de todo, luminosa y acogedora y, por momentos, dotada de un aire ingenuo que se transmite a alguno de sus personajes. De ellos, sus grandes creaciones, decía que “eran la gente del pueblo que veía a través de las ventanas y encontraba en los senderos. Sin ser llamados ni buscados habían entrado en mi historia”.
En ‘Infancia’ entran, por su parte, los recuerdos de esas preocupaciones que no se pueden compartir con los adultos porque no van a comprenderlas. Una reserva como la de la niña del relato ‘Regreso’, que ilusionada por contar a sus padres y hermana sus aventuras veraniegas acaba por guardar silencio mientras aquellos discuten. La memoria de la angustia y la expectación adolescentes y ese gusto recurrente de Ginzburg por describir los detalles del hogar familiar aparecen en ‘Vía Pallamaglio’, porque el hogar, como la escritura, es para ella sinónimo de refugio. Un texto que, junto a ‘La casa’, tiene el tono autobiográfico que podremos encontrar en su Premio Strega ‘Léxico familiar’
No faltan tampoco las crónicas comprometidas, coherentes con su militancia política. Crónicas sobre la miseria escandalosa de ciertas aldeas, sobre las condiciones insoportables en algunas fábricas, o sobre las que sufren las mujeres del campo en el Sur. Aunque la caricatura despiadada también tiene cabida junto a la denuncia a la hora de describir a los burgueses del pueblo: el médico, el sargento o el veterinario, y a los campesinos ricos, con tantos piojos como el resto. Y tanto en estos textos como en algunos relatos late la desigualdad sangrante, esa que hace a unos niños mirar con asombro los juguetes de los hijos del médico.
Así pues aquí tenemos el universo completo de una de las autoras fundamentales de la literatura italiana contemporánea, condensado en una serie de perlas, algunas inéditas, para reafirmación de fieles seguidores y deslumbramiento de no iniciados.
Rafael Martín