Jane y Anna emprenden este diálogo epistolar que va consolidado una leal amistad. A ambas les preocupa la sociedad intransigente y el mundo que se abría entonces al progreso tecnológico y científico. Sensibles a las nuevas corrientes pictóricas y literarias, quieren participar en la sociedad y son conscientes de que los prejuicios contra las mujeres representan un obstáculo casi insalvable. A pesar de que la cronología las sitúa en la segunda mitad del siglo XIX, poco nos separa de ellas. Ciento cincuenta años más tarde, sentimos, gozamos y padecemos en la misma medida. En el universo emocional de Anna, la búsqueda del amor ideal le resta capacidades para construir su vida, detenida para siempre en la mirada del hombre deseado. Jane no busca, encuentra; su punto de vista es el de una mujer moderna que huye de los engaños de la ilusión amorosa y no se somete a los convencionalismos de la primera época victoriana. Es una artista y sabe que esta condición le permite una libertad de la que carecen el resto de las mujeres.
Hilar dos sociedades, la inglesa y la rusa, dos modelos de protagonistas literarias —la una simboliza el coraje frente a las injusticias, la otra, la insatisfacción amorosa y la rebeldía estéril— ha exigido la sintonía mental y emocional con ambas protagonistas.
El personaje de Jane Eyre lo construyó Charlotte Brontë y es un artefacto potente que desmonta las apariencias de novela romántica. Denuncia un sistema social abusivo, el que somete a las mujeres a la esclavitud económica y social. En el otro lado, León Tolstói crea a Anna Karenina y la hace adúltera, porque quiere —y lo consigue— desnudar la hipocresía, el cinismo y las desigualdades sociales del momento.
Esta novela rescata la memoria de las dos obras, y con ello, saca del olvido a aquellas que fueron calificadas de excéntricas o indecorosas.
Nota de las Autoras
Hace ya tiempo que teníamos la idea de escribir sobre Jane Eyre y Anna Karenina y decidimos hacerlo mediante el recurso epistolar como técnica narrativa. Quedó claro desde el principio quién vestiría de Jane y quién de Anna. Desde la primera carta, las personalidades de las protagonistas se encarnaron en nosotras de tal manera que nos contábamos las peripecias como si en realidad fueran propias, aunque siempre respetando el alma de las protagonistas de las obras homónimas de Charlotte Brontë y León Tolstói. Anna escapa de la novela para mostrar su dolor como víctima de la violencia vicaria cuando tiene que renunciar a su hijo por buscar el amor ideal, y Jane revela su lado más apasionado al posicionarse como la gran crítica de las convenciones sociales discriminatorias para la mujer, en un mundo de grandes transformaciones técnicas y científicas, tanto en la sociedad rusa como en la inglesa. A través de sus cartas, forjan una amistad -las dos amigas jamás se verán a pesar de su ferviente deseo de hacerlo- que da la medida de cómo se vivió esa época convulsa de la segunda mitad del siglo XIX.
Eugenia Tusquets y Marga Iriarte