Libros del Zorro Rojo es una editorial de libros ilustrados para todas las edades. En su catálogo encontramos auténticas joyas. Entre ellas hay varias novelas gráficas maravillosas que rinden homenaje a obras maestras del cine como pueden ser “El cielo sobre Berlín” de Win Wenders, obra imprescindible del cine alemán; “El acorazado Potemkin” de Eisenstein; “Metrópolis” de Fritz Lang, el primer largometraje considerado Memoria del Mundo por la UNESCO. Es esta joya icónica del expresionismo alemán la que nos ocupa hoy.
De la película “Metrópolis”, dirigida por Fritz Lang en 1927, encontramos diferentes versiones debido a los distintos montajes en cada país. Obra controvertida a la cual los fascistas la consideraban una obra comunista, mientras que la izquierda la consideraba una obra fascista. Incluso un argentino la consideraba peronista, por la conciliación de las clases que se reflejaba en ella. Estos y más datos curiosos aparecen en el precioso epílogo con el que cierra esta novela gráfica, pergeñado por el historiador y divulgador de cine Fernando Martín Peña. Epílogo del que hablaré más abajo.
No deja de ser curioso que la obra cinematográfica ya fuese una adaptación de una novela de Thea Van Harbou, publicada en 1925, y ahora vuelva al formato papel de la mano del prestigioso ilustrador argentino Christian Montenegro. Solo hay que ver su obra para pensar que no puede haber alguien mejor para este trabajo. Y es que su trazo estilizado se acopla perfectamente a las líneas que Fritz Lang utilizó a la hora de recrear una suburbe industrial, donde los obreros realizaban su labor en un régimen de esclavitud maquillado de jornada laboral escasamente remunerada, haciendo posible que la élite viviera rodeados de lujos, representando a las clases superiores.
El propio Fritz Lang cursó estudios de arquitectura, carrera que abandono en pro de las artes gráficas, admirador de Klimt y Schiele. Todo ello se refleja a lo largo de su carrera, especialmente en “Metrópolis”. Es toda esta estética la que ha influido en la adaptación realizada por Montenegro donde rinde homenaje a través de las líneas perfectamente delineadas que dan la sensación que los personajes y escenarios se alargan hasta el infinito para converger en un punto lejano fuera de las propias páginas. Personajes no definidos del todo, donde sus rasgos principales, como pueden ser los ojos y bocas, resultan de una expresividad apabullante. Un trabajo admirable al no contar con colores, contando únicamente con el blanco y el negro jugando con un gris omnipresente que no solo homenajea a la obra original, sino que consigue plasmar la frialdad del sistema así como la vida gris no solo de los obreros, sino también de la clase dirigente. Si se le otorgara color a este cómic, solo podría ser el del filamento de cobre de las viejas bombillas cuando están incandescente que señala el propio ilustrador, porque a pesar de ser en blanco y negro, la historia refleja perfectamente el aura de ese filamento en nuestro subconsciente.
Otro acierto es a la hora de plasmar los textos que acompañan la acción. Esquivando el bocadillo, los escasos diálogos y narración aparece junto a su viñeta a modo de texto como si de la propia película muda se tratara, porque aquí lo que realmente importa y transmite es el dibujo. Esta obra, como buen homenaje que es, complementa al film, que seguro se disfrutará mucho más de su visionado después de degustar esta exquisitez en forma de cómic.
No quiero dejar de hablar del magnifico epílogo al que aludía más arriba. Recordemos que esta novela gráfica es un homenaje a la película, y su epílogo no podía ser menos. Y es que Fernando M. Peña es un investigador que ha seguido la huella de la cinta desde hace años, y nos ilustra aquí su investigación, acompañada con un par de fotografías del reparto, el realizador y distinta cartelería del film, señalando algún dato curioso, como por ejemplo que su cartel más famoso se vendió por 1,2 millones de dólares, resultando ser el más caro del mundo.
Quiero acabar esta reseña con las palabras que termina el epílogo de esta preciosa novela gráfica, porque me parecen las palabras perfectas para describirla:
“Como dice Paula Félix-Didier, es frecuente que uno sueñe con que las obras amadas -un libro, un disco, una película- se prolonguen de algún modo para que se prolongue, también, la felicidad que provocan.
El caso de Metrópolis es el sueño realizado.”