Siempre destaco que el estado mental de Philip K. Dick se hace patente en cada novela que escribió. Podemos sentir entre sus líneas en qué estado de ánimo, o fase de su vida, se encontraba a la hora de afrontar una nueva obra. Desde el optimismo que impregnan las tramas y comportamiento de sus personajes dentro de historias dinámicas y con ritmo de sus primeros trabajos, a los últimos, más cercanos a su fatídico final, donde demuestra su pesimismo e introspección filosófica y teológica. Huelga aclarar el porqué de esta etapa teológica al final de su vida, donde las drogas y la depresión marcaron su trágico final, ya de sobras conocido por sus fans.
El libro que nos ocupa en esta ocasión se puede enmarcar dentro de la mejor etapa del autor. Y tanto, ya que “Lotería solar” es la primera novela de tan prolífico escritor.
Ya desde los albores de su obra identificamos todos los elemento que hicieron de Philip K. Dick uno de los autores más reconocidos dentro de la ciencia ficción, cuyos elementos formarían parte esencial de su bibliografía: Colonias lunares y planetarias, viajes a los confines del espacio, la alineación del individuo por parte del Gobierno o poder superior… Elementos que hoy día nos sigue fascinando por su poder premonitorio, no olvidemos que este libro lo escribió en 1955, y la carrera espacial aun estaba en etapa embrionaria, donde aún faltaban catorce años para que el hombre pusiera un píe en otro terreno que no fuese nuestro planeta.
En Lotería solar nos narra como dentro de la Federación de los Nueve Planetas, una civilización presuntamente dominada por los números y el azar, el Presentador -una suerte de presidente mundial- es elegido mediante una sofisticada lotería. Así se pretende garantizar el juego limpio y la igualdad de oportunidades. Pero pronto se evidencia que el sistema no está exento de manipulaciones por parte de quienes persiguen tan preciado cargo. Con esta base construye una serie de personajes muy interesantes, donde nuestro héroe está obligado a seguir el camino que no considera el correcto, pero que irónicamente por su propia honestidad y ética tiene que seguir al haber dado su palabra.
Ya desde un primer momento podemos intuir cómo el autor cuestiona la buena intención y honradez de los políticos en general, poniendo en entredicho nuestra tan preciada democracia, donde ninguna forma de gobierno es fiable por que el propio ser humano no es de fiar.
Resulta una novela ágil por su narrativa, con reminiscencias a novela negra, plagado de personajes interesantes donde ninguno es lo que parece, con femme fattale con aspecto de Lolita; con persecuciones, asesinos que confunden a los propios telépatas -tan recurrentes en la obra de Dick-. Un thriller con el que disfrutaremos y con el que no podremos evitar preguntarnos ¿cómo habiéndose adaptado a la pantalla tantos relatos de este autor, no hayamos visto aún ninguna de esta emocionantísima aventura?
He de confesar que al ser esta su primera novela, esperaba menos elementos que lo caracterizan. Todo lo contrario, no llega a tener la complejidad de sus relatos más famosos, pero tampoco lo necesita, porque con su, en principio, sencillez consigue mantenernos atrapados hasta su última página.