«Ya se arrodilla la creación para la carrera del deseo, antes de que llegue la decepción,
cuando el bosque es todo lo verde posible
y el mundo está todo lo acabado posible
y los árboles y los humanos murmuran como en sueños:
“Queríamos más”.»
A nadie que se haya acercado a la literatura nórdica le puede resultar ajena la figura de Karin Boye. Físicamente, por esa mirada perdida en el más allá, como si su reino no fuera de este mundo; y en las grabaciones sonoras que de ella nos han llegado, por la voz vibrante, espiritual y emocionada. Literariamente, por algunos poemas cargados de un anhelo indescriptible y a veces inescrutable, pues los tiempos imponían ocultar la homosexualidad. A lo sumo, por su novela Kallocaína. Y en general, de forma fragmentaria, de modo que cabe preguntarse por qué la recepción de su obra ha sido tan desigual y por qué la verdadera repercusión de su figura literaria ha tardado tanto en reconocerse.
En el transcurso de mi trabajo con la traducción de los cinco poemarios de este volumen, la figura de Karin Boye ha ido creciendo ante mis ojos, los del intelecto y los del corazón, hasta alcanzar una dimensión extraordinaria tanto más sobrecogedora y emocionante cuanto mal conocida e ignorada para un público amplio ha permanecido dentro y fuera de Suecia en el transcurso de las décadas. Porque Karin Boye vivió intensamente su tiempo, participó de todas las cuestiones candentes de su época y dejó en ella y en sus contemporáneos una huella mucho más profunda de lo que en ocasiones ha trascendido a causa de ciertas convenciones.
Y escribió. Incesantemente y movida por una voluntad inquebrantable de rebelarse y de romper con la tradición (la literaria y la ideológica), por una necesidad imperiosa de progreso y de libertad. Y, con todo, su obra se ha mantenido viva y no ha dejado indiferentes a quienes a ella se han acercado a lo largo de los años.
Karin Boye (1900-1941) fue una de las personalidades más sensibles e innovadoras de la literatura escandinava de la primera mitad del siglo XX. Después de la Primera Guerra Mundial se une al movimiento pacifista Clarté y viaja por Europa, viviendo las inquietudes de su tiempo: visita la Unión Soviética de Stalin en 1928, la Alemania de Hitler en 1932 y en 1938 la tan anhelada Grecia. Figura compleja y en continua lucha entre el compromiso político y social, el rigor moral y la necesidad de dejarse llevar por sus instintos más naturales, Karin Boye acabará suicidándose el 23 de abril de 1941, día en que los alemanes invaden Grecia. Aparte de las cinco antologías poéticas, escribió cinco novelas siendo Kallocaína (Gallo Nero, 2012) la más conocida.
Carmen Montes Cano es licenciada en Filología Clásica por la Universidad de Granada, donde también cursó un máster en Lingüística. Residió en Estocolmo, ciudad en la que estudió Lengua y Literatura Suecas y ejerció como profesora de sueco.
Desde 2001 ha traducido en torno a noventa títulos de prácticamente todos los géneros. Es miembro de ACE Traductores y de Asetrad, profesora de Lengua y Cultura Suecas del Centro de Lenguas Modernas de la Universidad de Granada, examinadora oficial de Swedex y lexicógrafa de Norstedts ordböcker-Nationalecyklopedin.
En 2013 obtuvo el Premio Nacional a la Mejor Traducción por su versión de la novela Kallocaína, de Karin Boye.