Espías del imperio: Historia de los servicios secretos españoles en la época de los Austrias

“Sé extremadamente sutil, hasta el punto de no tener forma. Sé completamente misterioso, hasta el punto de ser silencioso. De este modo podrás dirigir el destino de tus adversarios.” Sun Tzu

● Martínez Laínez nos sumerge en la España de los siglos XVI y XVII que contaba con un robusto sistema de espionaje y un eficaz servicio secreto. La necesidad de información era una obligación ineludible en la política universalista de la Monarquía Hispánica. Rodeada de enemigos y poseedora de un extenso imperio codiciado por otros países, España defendió sus dominios con las armas, el dinero, la diplomacia y la información secreta.

● Ciudades como Londres, París, Nápoles o Bruselas se convirtieron en centros de espionaje con intereses nacionales en conflicto, y en ellas el espionaje hispano tuvo que emplearse a fondo y se mostró acertado la mayoría de las veces. Sobresalen figuras como Miguel de Cervantes o Francisco de Quevedo como espías del Imperio, en contraste con la faceta literaria de sus biografías.

● Una importante característica de la inteligencia española en estos siglos vino dada por su marcada tendencia documental (los «papeles») como eje de todo el mecanismo del espionaje dirigido por el Rey, representante máximo del Estado. El término «inteligencia» estaba plenamente establecido y era utilizado normalmente en España desde el siglo XVI con el mismo significado que tiene en la actualidad.

● La historia de los servicios secretos en los siglos que trazan el poderío hispano encierra un papel relevante y todavía poco conocido, con un modelo de Estado que utilizó la inteligencia como principal herramienta operativa, una inteligencia que fue el elemento fundamental en la actuación militar y política de lo que entendemos por Imperio español.

Como consecuencia de la Leyenda Negra, la historia de los servicios secretos de la Monarquía Hispánica, con sus luces y sombras, ha sido ninguneada y menospreciada por la mayor parte de los «especialistas» foráneos, y apenas ha sido divulgada, a pesar de su trascendencia en las guerras y en las estructuras políticas de la época. Es un hecho indiscutible que la España de los siglos XVI y XVII contó con los servicios de inteligencia más dinámicos y eficaces de su tiempo y que la red de agentes que trabajaban para los intereses hispanos constituyó una herramienta decisiva en la toma de decisiones políticas, económicas y militares.

Espías del imperio recoge información de cómo actuaron algunos de esos agentes y espías —entre los que sobresalen figuras como Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Francisco de Aldana o Juan Idiáquez, espía personal de Felipe II— que sostuvieron y dieron forma al proyecto gobernante de la Casa de Austria desde sus orígenes hasta el declive de la hegemonía hispana. Y rinde tributo a todos aquellos que en la ingente tarea de defender los dominios españoles, tanto en el Mediterráneo como en América o en Europa, arriesgaron su vida para ello.