Fernando de Villena en esta nueva obra, vuelve la mirada hacia su pasado personal, haciendo un recorrido por la vida cotidiana de los dos protagonistas, Arturo y Margarita, cuyas vidas -paralelas, pero finalmente convergentes- van trazando un camino que mostrará al lector no sólo su desarrollo personal, sino la historia de su ciudad, Granada y de España, desde mediados los años cincuenta hasta 2017, con un epílogo que actualiza la situación a día de hoy. Una evolución histórica, cultural, social y política de siete décadas: cada uno de los círculos comprende un lustro o algunos años más, saltando de años en años y mostrando los cambios que se van produciendo, que han sido también los de la vida del autor, por lo que su implicación personal es evidente.
Arturo es hijo de militar, su familia pertenece a un nivel medio de la burguesía granadina, aunque con el paso de los años ese nivel descenderá, por las circunstancias económicas que vivirá el país. Los hijos de esa familia seguirán caminos divergentes, a pesar de haber recibido la misma educación y trato.
Margarita nace en una familia de agricultores, que precisamente están contratados por la familia de Arturo para trabajar una huerta de su propiedad, aunque más adelante habrán de cambiar de vida y buscar otro trabajo, para sacar adelante a la familia. Los hijos van ascendiendo en los niveles sociales por medio de sus estudios y trabajos.
Llegado a un punto, el equilibrio social se produce y tanto una familia como otra estarán compensados en la balanza.
El lector que conoció los años 50 y 60 revivirá su infancia y juventud, no importa de qué población española, porque aquellos años fueron muy semejantes en casi toda España. Solo Madrid y Barcelona despegaron antes, por su influencia política. Pero el resto del país vio cómo se pasaba de una vida tranquila, con muchas carencias e incomodidades, una vida pacífica donde aún se mantenían criterios y normas ancestrales, a otra que paulatinamente se abría a ideas y costumbres nuevas, venidas de otros países, y que poco a poco al principio y mucho más rápido después, fue transformando la sociedad española, en los últimos años, de un modo vertiginoso, y cuyo aparente progreso no es tal, según el autor, puesto que muchos valores se han perdido y otros han sido sustituidos por criterios extraños a nuestra idiosincrasia.
El tono de la narración oscila entre la nostalgia y el desencanto. Nostalgia de los años de infancia y juventud, y paulatino desencanto con la madurez y vejez. Es habitual que en los años postreros, si uno hace recuento, recuerde más lo agradable y sobre todo, la aparente felicidad producida por la ingenuidad e inocencia infantiles, olvidando los malos momentos. Sin embargo, la madurez pone un punto de realismo que puede llevar a cierta amargura, si las cosas no han salido como uno imaginaba, o simplemente, se ven más los aspectos negativos y se olvidan las indudables mejoras que ha producido el innegable progreso de la ciencia, la tecnología, la calidad de vida, etc.
El autor tiende hacia esa amargura en las reflexiones que pone en boca de sus dos protagonistas. Margarita muestra una versión, la de alguien que asciende mucho el la escala social, pero llegado un punto se produce una inflexión. Arturo mantiene su nivel social pero la influencia de la vida política y económica que le rodea le amarga y deprime, contrastándola siempre con los recuerdos del pasado y con las ilusiones perdidas.
En suma, una obra interesante, de agradable lectura, que según la edad del lector tendrá una acogida u otra, pero todos apreciarán la escritura, el buen hacer de Fernando de Villena, que maneja el lenguaje con gran acierto y compone sus narraciones a la perfección.
Fuensanta Niñirola