Si hay algo que me gusta de los libros de relatos es que me permite salir un poco de la dinámica que suele atraparme cuando leo novelas. Siempre he dicho que soy más lectora de novela y de poesía que de otro tipo de géneros, pero, de un tiempo a esta parte, estoy aprendiendo a disfrutar de una forma nueva los libros de relatos. Me gusta esa espontaneidad que me aportan, el poder conocer tantos mundos en un solo libro y, si además me divierten tanto como Joseph, el café y el japonés., no me queda otra que admitir que cada vez necesito más leer este tipo de libros para abrir más mi mente lectora.
Alfred C. Pinto ha escrito un libro divertidísimo. Un libro compuesto por cuarenta y cinco relatos que me ha acompañado estos días y me ha hecho disfrutar, emocionarme y, sobre todo, reír y soltar alguna que otra carcajada. Y es que el humor fino y la ironía de este autor están presente en todos los relatos que componen Joseph, el café y el japonés. Historias que hablan de todo un poco en general, desde la cotidianidad hasta las situaciones más absurdas y que, como os decía, tiene en común ese divertido toque especial deAlfred C. Pinto que consigue impregnar a sus relatos de originalidad y un humor irónico que resulta francamente divertido. Un toque especial que es marca de la casa, sin lugar a dudas.
Cómo no disfrutar con el relato de un gato que organiza el I Congreso Constituyente del Partido Comunista en el patio de la casa de su dueño. Todo un líder soviético. O el relato que nos cuenta cómo la casa del primo Patrick es tan grande que abarca dos husos diarios, lo cual, como podréis imaginar, causa más de una confusión. O la historia de un atraco que lleva más de veintidós años siendo preparado y que tiene un final divertidísimo.
¿Y por qué Dios ya no hizo nada después del séptimo día?, ¿No será que acaso tenemos ahora un sustituto? ¿Y qué me dicen de un pueblo en el que siempre son las 12 del mediodía de un sábado de verano y que es, por sexto año consecutivo, el pueblo más feliz del mundo? También descubrimos el nuevo hallazgo en Pompeya: nada más y nada menos que un gladiador romano que habla un latín un tanto cerrado. Y una comunidad de vecinos que se ahorra un poco en el presupuesto para instalar un ascensor y que el precio a pagar es una pequeña tarita de nada.
Podría hablaros del resto de historias y de lo bien que me lo he pasado leyéndolas, pero la verdad es que os animo a hacerlo vosotros mismos. Os prometo que merece la pena.
Joseph, el café y el japonés es un libro tan original y tan divertido, cargado de un humor absurdo y muy fino, que estoy segura que os encantará. Descubrir este universo tan particular que Alfred C. Pinto ha creado entre las páginas de su libro de relatos es algo que no podéis perderos.