A salto de mapa. Correrías de un arquitecto

Entrevista a Francisco Gómez Díaz

A salto de mapa es uno de esos libros poco frecuentes donde la biografía personal y los apuntes de viajes se transforman en un interesante ejercicio de literatura. Las cualidades narrativas de Francisco Gómez hacen alarde de una erudición en materia de arte, historia y arquitectura sin privar a sus relatos de amenísimas escenas y observaciones particulares donde una distinguida colección de lugares y personajes quedan descritos con precisión, color y personalidad. La particular forma de ver la vida de un prestigioso arquitecto aficionado al arte y a la buena conversación se desborda en episodios fascinantes a lo largo de más de medio centenar de capítulos, profusamente ilustrados con fotografías del autor a todo color, sintetizando en este lujoso ejemplar lo mejor de una guía de viajes y de una cultura tan brillante como mundana ubicada en los selectos goces de la vida.

Pregunta. Acaba de publicar un libro que -según usted mismo afirma en el prólogo- es una mezcla de géneros diversos que combina el diario, el ensayo, crónica de viaje, crítica arquitectónica e incluso el estudio antropológico. Lo que está claro es que se trata de un libro que cuenta muchas cosas: anécdotas, encuentros con personajes de lo más peculiar y fascinantes lugares del mundo. Con todo, es posible encontrar un hilo conductor en el conjunto de las narraciones. A su modo de ver, y desde su confeso gusto por la “poética del fragmento”, ¿cuál es el hilo conductor que le otorga un sentido final al libro?

Respuesta. Pienso que el hilo conductor, si se puede hablar en estos términos, es cartografiar mis intereses personales que, lejos de ser monolíticos, indagan en múltiples direcciones, de los que este libro es una muestra significativa. Y aunque la arquitectura, que es a la vez profesión y pasión, tiñe mi mirada selectiva, no he intentado en ningún momento dar una visión disciplinar, sino que he ido recopilando experiencias que se dilatan hacia lo patrimonial, hacia el paisaje, hacia el arte, hacia fragmentos específicos de la historia, siempre con minúsculas que, como digo en el prólogo, representan mi universo vivencial. Quizás por ello, si tuviera que sintetizar un hilo conductor que le otorgue al libro un sentido final sería el de mostrar una actitud de aprendizaje continuo de cuanto me rodea.

P. Quizá sean tres las principales inquietudes que le delatan a lo largo de estas páginas: la arquitectura, el arte y los viajes. ¿Con cuál de las tres se quedaría?

R. Con las tres, sin duda. Para mí es imposible establecer divisiones porque esas tres inquietudes que menciona no son sino facetas de una misma realidad, poliédrica. Aspectos que se retroalimentan entre sí, capas que solo tienen sentido si se superponen y se miran al trasluz. Porque los límites son tan difusos y complejos que son imposibles de disociar.

P.  ¿Cuál es la clave para traspasar la epidermis de otro país, para conocerlo más verdaderamente?

R. No es fácil traspasar la superficie de la realidad en la que vivimos, o de los países que visitamos. Para una respuesta en positivo diría que la clave sería la suma de una actitud abierta para dejarse contaminar por lo que nos rodea, y de un tiempo dilatado que nos permita aprehender las claves identitarias de ese lugar, de esa ciudad, de ese país. Aún así se trata de una ecuación nada fácil de resolver, incluso cuando se den los dos factores, porque a menos que nos dejemos deslumbrar por determinados espejismos, conocer es un verbo con un significado tan amplio que, en mi caso, tengo la sensación de no haberlo conseguido nunca, y menos aún de manera integral.

“Conocer es un verbo con un significado tan amplio que, en mi caso, tengo la sensación de no haberlo conseguido nunca…”

P.  Siendo usted un profesor universitario con muchos años de investigación a sus espaldas, esperábamos una prosa más afectada por el prurito académico propio de su labor docente. Nuestra sorpresa ha sido encontrarnos con una narrativa muy amena, colorida, próxima a las emociones y bien resuelta. ¿Cuál es la clave para dar el salto desde la frialdad académica al calor del encuentro vital? ¿Encuentra usted una brecha insalvable entre el mundo académico y el personal?

R. Antes que profesor, antes que arquitecto, soy persona. He sido siempre un lector empedernido, incluso antes de acceder a la carrera docente, pues la lectura ha sido una de mis grandes pasiones, y no solo sobre arquitectura, sino sobre cualquier manifestación en el más amplio espectro de la palabra. Y aunque siempre he escrito, no siempre ha sido sobre arquitectura. 

Pero mi perfil, incluso en las publicaciones académicas, ha sido más humanista que técnico. Antes que científico me he sentido siempre un especulador que reflexiona desde el punto de vista intelectual. Por eso me encuentro cómodo expresándome como soy, sin ponerme la gorra académica. De manera que si la narrativa resulta amena, colorida, próxima a las emociones o bien resuelta como me pregunta, se debe precisamente a esa mirada propia, teñida de mil lecturas y reflexiones.

P.  Para usted, ¿los viajes nos evaden de sí mismos o nos encuentran con nosotros mismos?

R. El viaje es, en cierto sentido, la actualización de la Odisea, una experiencia vital donde todos los sentidos se activan con el objetivo de captar lo que nos rodea. Desde este punto de vista, el viaje es a la vez un mecanismo de exploración, de conocimiento, y una búsqueda de uno mismo, de nuestra propia identidad. Como digo en el prólogo, viajar para mí nunca ha sido sinónimo de evasión, ni de retos a batir sino un mecanismo de aprendizaje en el más amplio sentido del término. 

Esta idea la sintetizaría en un proverbio antiguo que dice que cuando inspiro me hago hombre, mientras que cuando expiro me hago mundo.

“Un proverbio antiguo dice que cuando inspiro me hago hombre, mientras que cuando expiro me hago mundo.”

P. Dice usted que el viaje es una forma de conocimiento. Díganos, por favor, que es lo más importante que ha aprendido viajando.

R. Como decía Louis-Ferdinand Celine en su maravilloso Viaje al fin de la noche “Viajar es útil, ejercita la imaginación”, expande nuestro universo y nos permite conocer realidades plurales, ajenas, entender el mundo en el que vivimos, relativizar la importancia de todo lo que nos rodea. 

De esta manera, dejamos de considerarnos el centro del universo, para ser simples actores en un tablero de ajedrez de decenas de colores.

Somos un país que ha sido históricamente de emigrantes hacia muy diversos países, europeos y americanos sobre todo, donde nos acogieron, donde desarrollamos nuestras vidas, pero nuestra frágil memoria nos está llevando a atrincherarnos en nuestro desconocimiento y en nuestro miedo. Pienso que viajar nos distancia tanto de la ignorancia como de la xenofobia. 

“Pienso que viajar nos distancia tanto de la ignorancia como de la xenofobia.”

P. Uno de los valores más llamativos de su libro es la rica profusión de fotografías a color que lo ilustran, siendo usted el autor de la mayoría de ellas. ¿No le entra nostalgia de ver esos paisajes detenidos en el tiempo con el transcurso de los años? ¿De qué ciudad siente usted más nostalgia?

R. Pienso que la realidad nunca es una foto fija, aunque me interese mucho la fotografía, sino un video en movimiento. Los paisajes, las ciudades, no son museos fosilizados en un momento dado, sino que son y deben ser signos de una civilización que evoluciona de manera continua, sin interrupción. De hecho, el paisaje es un concepto que cambia no solo con la transformación física, sino con la propia mirada del viajero.

Joan Margarit tiene un verso, Jóvenes en la noche, en el que sentencia “No es de la historia mi nostalgia, es de la geografía”, pero nostalgia y geografía tienen para mí un sentido distinto al de la pregunta, porque se refieren más a los hechos humanos y al soporte en el que hemos creado nuestro ecosistema artificial para hacer habitable la naturaleza, transformándola y a veces destruyéndola. Tal vez por ello mi sentimiento es más de extrañamiento, o incluso de pertenencia, que de nostalgia. Podría hablar de La Habana, o de Roma, pero toda selección es reduccionista y dejaría fuera otras muchas ciudades donde he sido feliz.

“El paisaje es un concepto que cambia no solo con la transformación física, sino con la propia mirada del viajero.”

P.  Por último, y para no robarle más tiempo, díganos: ¿cree usted que “A salto de mapa” ha iniciado una trayectoria como escritor con la que no contaba? ¿Podemos esperar nuevos títulos en la misma línea literaria que ha marcado con este libro?

R. A salto de mapa ha sido la cristalización, no premeditada, de un proceso de escritura en muchas direcciones, porque escribir me ha seducido casi tanto como leer. En el texto breve me he sentido siempre cómodo, por su capacidad de síntesis, de eliminar lo superfluo.

El que se haya publicado ha sido más el empeño del editor, que mío, que ha ido disipando mis dudas iniciales.

Aceptada su publicación, tuve que hacer una selección del material que tenía escrito, que duplica ampliamente el publicado. Que siga publicando este material o bien algún otro de los que permanecen en mi disco duro dependerá de la acogida que pueda tener este libro, y del interés que pueda suscitar.

Pero de momento no me lo he planteado.

Obra: A salto de mapa

Autor: Francisco Gómez Díaz

Páginas: 156

Editorial Cántico

ISBN: 978-84-122087-0-2