Fernando Gómez, autor mas presto al género negro y costumbrista, conocido también por infinidad de colaboraciones en otros medios como son la radio y la televisión, publicó en 2018 “La vuelta al mundo en 80 cementerios”, una recopilación de anécdotas e historias acontecidas y relacionas con los camposantos más famosos. Vuelve a encandilarnos con historias increíbles, divertidas y muy curiosas, esta vez recorriendo otra clase de instalaciones con “El mundo a través de sus cárceles”.
Citando al autor: “Descubrí que lo importante no era la arquitectura, eran las personas; lo perdurable no eran la celdas sino el recuerdo de los seres que en ellas habían vivido”. Las historias de estas cárceles no son datos y fechas de cómo se construyeron ni que elementos y ornamentos se utilizaron, la historia de estas cárceles están narradas por medio de sus habitantes. Fueron esas personas privadas de libertad (muchas de ellas merecieron el castigo; otras lo fueron injustamente) las que prestan su voz para narrar que esas prisiones son algo más que paredes físicas que impiden salir.
Fernando nos va narrando, a través del personaje que ya nos hizo de guía por los célebres cementerios, el desarrollo de su viaje a través del mundo visitando las prisiones más icónicas de una forma tan amena que parece que estemos en compañía de un amigo tomándonos una cerveza que seguro se nos calentaría, porque es imposible dejar de seguir estas historias sin dejar de prestar atención. Empezando por esa profesión, que causa tanta fascinación como repulsión, que es la de verdugo, porque claro, cuando hay que quitar la vida al recluso como ordena su veredicto no somos conscientes hasta qué punto un individuo debe hacer cumplir el encargo. A continuación comenzamos nuestro periplo carcelario aderezado por la narración de viaje en sí, y es que Fernando nos cuenta un sinfín de anécdotas y hechos desde la más profunda humildad. Es como si ese amigo delante de la cerveza nos contara toda su odisea sin un ápice de vanidad ni alarde de conocimiento, al contrario, nos lo cuenta con una normalidad que nos podemos imaginar a nuestro protagonista en cada uno de los enclaves carcelarios sufriendo hasta cada tramo angosto de escaleras.
En cada una de las cárceles visitadas nos hace un breve recorrido por la vida del condenado famoso que residió en tales instalaciones; no juzga, nos muestra la historia y nosotros mismos decidimos si fue justa o no su penitencia, unos sí, otros no. Lo que sí comparte cada uno es lo interesante y curioso de su motivo de cautiverio o qué le llevó a él.
Me encanta su forma de narrar manteniendo nuestra atención de una forma muy amena mientras acompañamos a personajes famosos como Cervantes, Oscar Wilde, Mandela o el mismo Jesucristo, y no tanto como puede ser un perro labrador condenado por asesinar a un gato.
Un libro en el que te sumerges y vas devorando a través de sus breves capítulos, donde cada uno es una de estas cárceles del título. Cuando te das cuenta has terminado el viaje y necesitas respirar hondo comprobando que disfrutas de la ansiada libertad que anhelan todos los personajes que has conocido a través de las páginas.
Fernando cierra cada capítulo con una bonita frase de algún personaje célebre que viene a colación con la experiencia vivida en cada penitenciaria. Una de las más significativas del libro es aquella escrita por Oscar Wilde durante su reclusión que resume perfectamente lo que debe ser vivir la experiencia de estar privado de libertad: “Para el que está en la cárcel, las lágrimas son parte de la experiencia de cada día. Un día en la cárcel en el que no se llore es un día en que el corazón está duro, no un día en que el corazón está alegre”.