Diríase que los objetos, los elementos materiales que acompañan nuestra vida cotidiana y que conforman, en buena medida, nuestros hábitos (y, por extensión una forma de comportarse y, casi, de ser) constituyen la memoria fehaciente de nuestro quehacer, de nuestra manera de vivir.
Razón suficiente para tomar en consideración su significado y trascendencia, también, en ese valor ontológico por el que ha de considerarse la vida del hombre. Así, al menos, parece haberlo entendido el equipo del British Museum (ese recinto entrañable incluso físicamente por cuanto en su interior conserva todavía ese carácter inicial de colección particular, donde se guardan en estantes acristalados, a la par los libros junto a hermosos objetos de cerámica, por ejemplo) que, con sosegado y atinado criterio, ha querido elegir, justificadamente, cien objetos que expliquen, al margen de consideraciones dominantes de carácter político o religioso, el devenir de la vida del hombre a lo largo de la historia, desde sus orígenes hasta la actualidad.
Tanto la temática de cada uno de estos objetos seleccionados e inteligentemente explicados en su valor representativo e histórico son muy variados, y algunos incluso son relevantes por su carácter no institucional, sino de matiz, digamos. Tal es el entrañable caso de ‘Fragmentos de pintura mural de un harén’ Y el comentario que le acompaña es tan revelador como explícito: “Ocultas en un laberinto de pequeñas estancias en el palacio del califa estaban las dependencias del harén, con pinturas murales representando escenas de placer y entretenimiento (…) Estos nos muestran los rostros de las esclavas y sirvientes del califa, las mujeres y posiblemente los muchachos de su mundo intimo y de sus placeres privados” Y explica: “Pasar a formar parte de la familia del califa –un eufemismo para referirse al harén- era de hecho algo a lo que las mujeres podían aspirar, y si se era de origen humilde pero se dominaban el canto o el baile y se recibía una formación adecuada, era una muy buena elección profesional’
Podría señalarse también, por su belleza y originalidad, el ‘Galeón mecánico’ procedente de Augsburgo (1585 d. C.) o la moneda con la efigie de Alejando, objetos representativos no solo de un momento histórico relevante, sino objetos que, por sí, suponen un canon de belleza que son suficientes como para denotar un espíritu de sensibilidad que vendría a complementar (o desdecir, en su caso) la posible idea de primitivismo o rudeza de unos tiempos que, por estar alejados de los nuestros, no tienen por qué representar un carisma negativo de canon estético en hombres y mujeres que han vivido con muchos años de anticipación a nosotros (por otro lado los aparentemente cultos y detentadores de un sentido de armonía y belleza que, se diría, a día de hoy, están cada vez más alejados del sentido de representación y equilibrio)
Un libro elegante, pues, entretenido en el mejor sentido, un compañero inseparable como representación de una cultura relevante