Tercera novela del autor granadino, tiene tres partes diferenciadas que, aunque su tema principal sea la vida de Carlomagno, se vale de otros recursos y personajes más o menos marginales con los que reconstruir los hechos y las leyendas de una época que aún no diferencia realidad de ficción, magia de ciencia, religión de mitología, etc.
Una invasión vikinga en las costas norteñas del imperio carolingio lleva al joven monje Heriberto de Delft hasta el palacio de Carlomagno en Aquisgrán, donde el monarca cena y departe con sus invitados en amena conversación. Mientras llega o no llega Heriberto, el autor va presentando a los personajes que rodean al gran Carlos, incluido en la presentación. Entre los personajes se encuentran en divertida mescolanza nombres históricos, como Eginardo (biógrafo oficial de Carlomagno) y su esposa Emma (sobrina del emperador), o Egberto de Wessex, rey britano, junto a Agilulfo Emo Bertrandino de los Guildivernos y de los Otros de Corbentraz y Sura, caballero de Selimpia Citerior y Fez, caballero imaginario creado por Italo Calvino, o el lector Hildebiedma, ficticio personaje creado por el autor. Orlando/ Roldán, supuesto sobrino de Carlomagno y sufridor de la legendaria batalla de Roncesvalles, donde hizo sonar su olifante (sin respuesta); el fabuloso caballero, -creación de María de Francia- Milón de Gales, que recorre el mundo en busca de su hijo perdido; Leonís de Abrantes, personaje creado por la pluma de Álvaro Cunqueiro, y otros que no citaremos, contando sus historias y aventuras. Interrumpida la animada charla y lectura por la llegada del joven monje desnudo y lacerado por la cabalgada desde la costa neerlandesa, mientras es atendido, el emperador se aparta, se asoma a una ventana y comienza, ensimismado, a pensar en su ya lejano pasado, el presente y el impredecible pero probable futuro.
Y aquí comienza la parte central de la novela, en la que, en primera persona, Carlos el Grande (no solo por poderío militar sino por poderío y talla físicos) hará recuento de su historia personal, ancestros, esposas y amantes, múltiples hijos y bastardos, guerras, paces, fronteras, viajes, y un largo etc. mientras su mirada se aleja por la ventana hacia los más lejanos horizontes, como si de ese modo quisiera llegar a los límites de su imperio para tratar de expandirlos.
Un relámpago atronador le hace volver la vista al interior de su salón donde los invitados rodean al joven recién llegado, Heriberto, y el tono de la narración vuelve a cambiar, volviendo a recuperar Heriberto el papel protagonista que le llevará lejos de allí, dejando al viejo emperador sumido en sus ensueños.
Y comienza la tercera parte, en la que Heriberto marcha con el propósito de llegar a Compostela y visitar la tumba del apóstol, siguiendo una ruta que posteriormente se llamará el Camino de Santiago y será seguida por millares de peregrinos. Las aventuras del joven monje hasta llegar al mar, al fin de la tierra (Finis Terrae) tienen un atractivo múltiple, porque no solo es el viaje sino las personas o personajes que va encontrando, unos reales y otros ficcionales, que todos cuentan sus historias y el joven monje va acumulando un rosario de narraciones, ideas, emociones y aprendizajes que le harán madurar. En su llegada al mar, en la tierra de Cunqueiro, el autor, que no desperdicia ocasión para evocar al ilustre gallego, le hace vislumbrar a Orlando y su sirena, en la lejanía de una playa.
Un apéndice relata la muerte de Carlomagno a los setenta y dos años, y el vagabundeo de sus restos en siglos posteriores, su desaparición y descubrimiento.
Un segundo apéndice, Dramatis Personae, hace el recuento de los múltiples personajes nombrados, con participación en la acción o sin ella, dando unas pinceladas descriptivas de sus características y origen.
El personaje de Heriberto, a veces denominado como el “errante holandés” se inspira en el monje histórico Abbo Cernuus, el encorvado, que vivió la invasión vikinga y compuso una obra narrándolo. Abbo estuvo presente en el asedio de París por los vikingos en 885-886. Fue el único testigo ocular que escribió una descripción del mismo, en verso latino , con un relato de eventos posteriores a 896, los llamados De bellis Parisiacæ urbis .
La novela equilibra, pues, la historia con la leyenda, la mitología con la literatura y trata de una época donde la oscuridad reinaba y solo la iluminación brillaba en los códices de los monasterios; equilibra también la seriedad con el humor, un humor muy fino que provoca la sonrisa del lector y su complicidad.
Jorge Fernández Bustos (Granada, 1962) Es Diplomado en Biblioteconomía y Documentación. Cofundador de Ediciones del Vértigo y de las revistas Letra Clara, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada, y El Erizo Abierto, especializada en literatura erótica. Ha publicado los cuentos La batalla de Hastings (Premio Federico García Lorca 1999, de la Universidad de Granada y la Fundación García Lorca); El coleccionista de besos perdidos ( Ed.Dauro, 2002) en la antología Granada en cuento; y la serie de relatos En un pozo chico (Transbooks, 2013). En ensayo, publicó Herencia de la cocina andalusí (Fundación Al Andalus, 2001) Actualmente es crítico de flamenco en diferentes medios y gobierna el blog Volandovengo, especializado en este arte y otros asuntos. Sus novelas publicadas son Septimio de Ilíberis (Círculo rojo, 2014), El ciego de Delos (Uno Editorial, 2018) y Carlomagno en la ventana (2020).
Fuensanta Niñirola