«¿De qué se compone una vida?
Las conversaciones que tenemos, largas o cortas, trascendentales o mundanas. La timidez o la incontinencia, si tienes tics o tartamudeas, si vas al grano o te vas por las ramas. También te definen los silencios, si los soportas o te asfixian, si escuchas o acaparas. Te define el cómo hablas y, por supuesto, el con quién. Las llamadas telefónicas, las que haces y las que recibes. (…)
¿Más cosas que componen una vida?
Los dientes que te faltan, los tatuajes que te sobran, las cicatrices y los pírcings que te recorren la piel. Te definen los kilos, si han aumentado y si eso te angustia, si lo pasas mal por el azúcar o eres adicto al colesterol. A la gente no tiene por qué interesarle, pero si vas bien o no de vientre te define, te identifica. No hace falta que lo escribas en tu diario, pero ¿por qué no?
Te define la ropa que te pones, estudiada o informal, de colorines o insípida. Incluso el intento de pasar desapercibido es una opción meditada y consciente. Te definen los pares de zapatos que tienes, los que has olvidado en el fondo del armario y los que hoy has decidido ponerte. Te definen los pantalones y los jerséis, la bolsa, el abrigo y el sombrero, la pinta con la que sales en las fotos, si sonríes, te escondes o haces el tonto. Te definen los libros que lees, la música que escuchas y las películas que ves. Lo que compras y lo que tiras: tu cubo de basura revela más de lo que crees. Te definen el ocio y el negocio, los lugares a los que vas, la gente con la que te encuentras y las noches que cenas fuera. Los orgasmos y las resacas, los emojis que más utilizas. Te definen las multas y la declaración de la renta, las libretas de ahorro y los extractos de las tarjetas. Las facturas de la luz, del gas o del móvil, el carnet del gimnasio y los vales del supermercado. Y los testamentos, claro: a lo largo de las libretas, Hilari modifica el suyo hasta tres veces.» |