1. Belén López Peiró, Por qué volvías cada verano (2018)
Hay libros que son hechos. Este es uno: se puede leer como una novela, como una denuncia, como la propia construcción. Porque es todo eso: una novela polifónica, el relato de un abuso padecido en la adolescencia en manos de un hombre armado, un tío poderoso, el macho de la familia y del pueblo. Y un hecho: acá está la mujer que fue la nena que ese tipo quiso romper para su uso personal. Y está toda entera, fuerte, hablando de lo que da tanta vergüenza hablar. Escribiendo contra todos los que intentaron callarla. Contra sí misma, incluso, a veces. Este libro es una batalla: la que ganó Belén López Peiró iniciando un juicio, buscando asesoramiento legal en un sistema que no se la prodiga a las víctimas, contándole a todos sus parientes y vecinos, obligándolos a ver lo que no querían ver. Y escribiendo, haciendo de su propia experiencia una obra exquisita, una intervención política poderosa. Y muy necesaria. Gracias, Belén, por todo el coraje y toda la fuerza y toda la belleza de este Por qué volvías cada verano
2. Yanina Rosenberg, La piel intrusa (2018)
En el primer libro de la argentina Yanina Rosenberg, los matices de la literatura fantástica se entreveran sutilmente con una realidad frágil, distorsionada. Todo puede quebrarse en un momento dado y será en ese instante cuando una madre reniegue de la maternidad, lo monstruoso se confunda con lo doméstico o un viaje apunte en todas las direcciones. Estas historias, que sacuden, empujan y tironean hasta la angustia y el misterio de hallar lo desconocido en ellas, sin duda suman a su autora al actual auge del cuento protagonizado por escritoras.
3. Gabriela Cabezón Cámara, Las aventuras de la China Iron (2017)
Radiante, luminoso. El desierto es un prisma de perros, cardos, polvo y cielo. La ChinaIron acompaña a Liz, una inglesa que va tras su marido llevado por la leva. Ella, en cambio, no busca a Martín Fierro, ese gaucho que se la ganó en un partido de truco. La China escapa. Y es su viaje exploración: de la textura de la seda, del sabor del te, del sofoco en que estalla el sexo. Descubre palabras.
4. Silvina Giaganti, Tarda en apagarse (2017)
Tomar agua comer fruta usar ropa de algodón especialmente holgada en los hombros y los brazos. Leer libros que cuenten una historia y no que la reflexionen. Usar colonias refrescantes. No hablar de lo que duele excepto con quien sabe crecer, volver a pasar por el mismo lugar sin hacerse tanto daño.
5. Liliana Villanueva, Sombras Rusas (2017)
A mediados de los noventa, Liliana Villanueva y su pareja se mudan a Moscú por cuestiones laborales. De esa experiencia surgen estas crónicas.
Pero Sombras rusas no es sólo un libro de crónicas sobre Rusia, también es un libro sobre la caída del Muro y las ruinas del socialismo real, sobre el espectro gigantesco que en esos años iba quedando de la Unión Soviética. La cronista visita ciudades, edificios, monumentos; hace viajes a Siberia y a otras zonas del interior de Rusia; convertida en periodista, reportea al traductor de Cortázar y a la intérprete del Che. Con una lengua y una mirada afiladas nos entrega sofisticadas descripciones de la vida cotidiana de ese país cuyo territorio comparten dos continentes.
6. Samanta Schweblin, Siete casas vacías (2015)
Las casas son siete, y están vacías. La narradora, según Rodrigo Fresán, es «una científica cuerda contemplando locos, o gente que está pensando seriamente en volverse loca». Y la cordura, como siempre, es superficial.
Samanta Schweblin nos arrastra hacia Siete casas vacías y, en torno a ellas, empuja a sus personajes a explorar terrores cotidianos, a diseccionar los miedos propios y ajenos, y a poner sobre la mesa los prejuicios de quienes, entre el extrañamiento y una «normalidad» enrarecida, contemplan a los demás y se contemplan.
7. María Gainza, El nervio óptico (2014)
Este es un libro hecho de miradas. Miradas sobre cuadros, sobre los artistas que los pintaron y sobre la intimidad de la narradora y su entorno. Este es un libro singular y fascinante, inclasificable, en el que la vida y el arte se entretejen. Consta de once partes: once partes que son once capítulos de una novela que relata una historia personal y familiar, pero que también pueden leerse como once cuentos, u once incursiones furtivas en la historia de la pintura, u once ensayos narrativos que tratan de desentrañar los misteriosos vínculos entre una obra pictórica y quien la contempla.
8. Ariana Harwicz, Mátate, amor (2012)
“Matate, amor es un thriller campestre. Todo ocurre en la casa con salida al bosque donde habita un ciervo y una familia, ella + él + el bebé, tres, aunque más bien dos contra una, ella, que los espía con un arma blanca en la mano o con una escopeta en desuso que todavía no ha dicho su última palabra.
El contacto con lo salvaje de la naturaleza que rodea a la protagonista y de los vecinos a los que acecha, pero también del desbordamiento de su deseo, de su oscura ansia e incluso de la pulsión de implorar a su marido: matate, se convierten en los elementos nucleares de esta arriesgada, contundente y honesta novela
9. Selva Almada, El viento que arrasa (2012)
La historia de un pastor protestante y su hija, de viaje por el selvático norte argentino, que situó a Selva Almada a la cabeza de los nuevos narradores latinoamericanos.
De viaje por el norte del país, los protagonistas sufren una avería en su vehículo y se detienen en un taller ubicado en medio de la nada. La historia se desarrolla en un clima de conflictos y tormentas, catástrofes latentes y locura solapada. En “El viento que arrasa” los personajes son nítidos, corpóreos, se escuchan sus voces, sus modos. Y los del paisaje: el sol fuerte, los árboles tupidos, los coches averiados, las camisas transpiradas y las vidas destruidas.
10 . Mariana Enríquez, Los peligros de fumar en la cama (2009)
En los doce soberbios cuentos que componen este volumen Mariana Enriquez despliega todo un repertorio de recursos del relato clásico de terror: apariciones espectrales, brujas, sesiones de espiritismo, grutas, visiones, muertos que vuelven a la vida… Pero, lejos de proponer una mera revisitación arqueológica del género, reelabora ese material con una voz propia y radicalmente moderna. Tirando del hilo de la mejor tradición, la lleva un paso más allá, con historias que indagan en lo siniestro que se agazapa en lo cotidiano, despliegan un turbio erotismo y crean imágenes poderosísimas que dejan una huella indeleble.