Soy de ese tipo de lectoras que alterna varios libros a la vez. De hecho, algo que me encanta hacer es intercalar varios géneros al mismo tiempo, sobre todo si se trata de novela y relato. La poesía siempre la tengo presente, de alguna forma u otra, pero ir leyendo una novela e ir intercalando su lectura con relatos es algo que me chifla. Manías lectoras, supongo.
Sin embargo, hay veces en que no puedo hacer esto y es cuando un libro de relatos requiere toda mi atención. Es algo que sólo sucede, como comprenderéis, con los buenos libros y es, precisamente, lo que me ha sucedido con Puñetazos.
Adentrarse a ciegas en un libro puede traer gratas sorpresas y, en este caso, descubrir este libro de relatos ha sido un genial descubrimiento. Decía el escritor argentino Jorge Luis Borges que «un buen relato tiene que ser como un puñetazo en el estómago». No seré yo quien le discuta a Borges esta frase y, desde luego, no seré yo quien niegue que el título le venga como anillo al dedo a este libro. El título es ya toda una declaración de intenciones y adentrarse en las páginas de este libro es como colocarse los guantes de boxeo y subirse a un ring. Van a caer puñetazos, pero estoy segura de que podrás encajarlos. Así que allá vamos: ponte en pie y no pierdas la guardia. Nunca sabes por dónde van a venir los golpes.
Dividido en nueve partes o, mejor dicho, nueve rounds, el leonés Óscar Magadán no da tregua en este libro. Cuando crees que te estás recuperando del puñetazo recibido por uno de los relatos llega otro que te tumba de nuevo. Hay puñetazos de todo tipo: de esos que te dejan sin aliento, de los que te hacen esbozar una sonrisa cómplice con el atacante, de esos que te golpean donde más duelen porque te sientes totalmente identificado con lo que está ocurriendo y esos que, al más puro estilo Joker, te hacen troncharte de la risa, a pesar del dolor.
Hay entre las páginas de Puñetazos varios tipos de narradores: primeras, terceras personas y hasta pelos de la nariz que cuentan su relato. Hay relatos más largos y otros más breves. Hay situaciones cotidianas en las que podemos sentirnos reflejados (¿quién no ha temido desparecer en un bostezo?), hay historias de amor y de desamor. Hay quien se queda literalmente plantado por su novia y hay monjas fogosas que viven experiencias más sexuales que religiosas. Aparece Superman en relatos como El último vuelo o Norman Bates como sexador de pollos en Madrid. Sí, lectores, si existe un nexo común entre todos estos geniales relatos es ese toque surrealista y gamberro que Óscar Magadán aporta a cada uno de ellos.
Como os decía el principio, para mí ha sido imposible parar de leer este libro. Con una prosa ágil, una poquita de dosis de mala leche y gamberrismo y ese surrealismo tan divertido, no he podido despegarme de este libro de relatos más que para reponerme, en alguna que otra ocasión, del puñetazo recibido. Pero, sin duda, ha merecido muchísimo la pena subirme al ring con Óscar Magadán y dejarme llevar por estas delirantes historias llenas de personajes de lo más variopinto y situaciones a cada cual más surrealista. Tengo mis relatos favoritos, claro, como La Ciruela, Reality Show, La cita o Compañía paranormal, pero reconozco que el conjunto es brillante y que ha sido uno de los libros más divertidos que he leído últimamente. Yo me declaro fan de Óscar Magadán y os recomiendo mucho este Puñetazos para adentraros en ese estrambótico universo que el autor crea con palabras.