Soy un lector voraz, por leer leo hasta el catálogo del Lidl. Pero he de reconocer que siento debilidad por la ciencia ficción y lo fantástico. Por ello, al ver relacionado el nombre de Jeff Noon, uno de los mayores exponentes de la ciencia ficción británica -del que se llegó incluso a decir que era el Philiph K. Dick de los noventa- con la novela negra no pude resistirme a tener entre mis manos “El rey perdido”.
Con su primera novela sobre la serie “Vurt” ganó el Premio Arthur C. Clarke, premio otorgado a la mejor novela de ciencia ficción británica. Y por ser considerado uno de los escritores más prominentes de la ciencia ficción de Reino Unido es por lo que lo tenía catalogado exclusivamente dentro del género. Fue por ello la grata sorpresa al verlo relacionado con el término “novela negra”, y es que no aprendo con esto de los prejuicios, solo tenemos que comprobar cómo el gran Isaac Asimov también se embarcó en el género negro con su divertidisima “Asesinato en la convención”; o como Edgar Allan Poe se involucró con el humor en su recopilatorio “Relatos de humor e intriga”, solo por poner un par de ejemplos.
Ya Noon había entrelazado la intriga en sus trabajos anteriores, pero esta vez se ha centrado en la novela negra más al uso; creando al inspector Hobbes, un policía martirizado por sus errores del pasado, cuya vida se centra en su trabajo, siendo esto lo único que tiene al haberle dado la espalda el resto de elementos de su vida, así como la familia o la amistad, y es que el inspector Hobbes es lo que denominaríamos un cliché en este tipo de relatos, y aunque los que estamos familiarizados con el género negro podría resultarnos ya manido tal tópico, al contrario, nos encantan estas almas atormentadas e inteligentes que con su perspicacia son capaces de captar detalles que al resto de los personajes pasan desapercibidos.
Otro gran acierto del autor es situar la trama a principio de los ochenta, esa mal mitificada década a la que veneramos idealizándola, cuando realmente ni fue tan fantástica ni bucólica como nos quieren hacer creer quienes realmente ni la vivieron. Aquí retrata esa realidad tal como fue, un escenario fatídico donde el paro, los altercados y la apatía social eran el pan nuestro de cada día en un escenario mundial donde cualquiera de los dos bandos podía pulsar el botón rojo.
En lo que realmente destacó esta década fue en la escena musical. A finales de los setenta se gestaban modos musicales derivados del rock&roll, y fue en los ochenta cuando se asentaron estilos como el punk, el glam… Es en este último estilo donde podemos ubicar a nuestro Rey perdido, y donde Noon se mueve con soltura, recordemos que en su juventud él mismo fue el guitarrista de Manicured Noise, banda clave, aunque efímera, en la escena post-punk de Manchester.
Me gusta también que esté situada en la década preinternet porque la investigación de nuestro protagonista tiene ese regusto clásico donde la investigación no consistía en colocarse delante de un ordenador y teclear nuestras búsquedas ante el todo poderoso buscador de moda, sino que tiene que patearse las calles, bibliotecas y ojear toda la hemeroteca de la época. A muchos de ahora eso si que les sonará a ciencia ficción.
A medida que Hobbes va indagando en el homicidio que le ha sido asignado, Jeff Noon nos va mostrando que eso que ahora llaman bullyng no es una triste moda actual, y que desgraciadamente ha existido toda la vida, marcando a nuestros personajes, conduciéndolos a lo que son actualmente y provocando que actúen y hagan lo que hacen.
Gracias a la perfecta traducción por parte de V. M. García Isusi -y es que creo que la figura del traductor, al que no valoramos lo suficiente, es casi tan importante como la del autor para hacernos llegar a los que no dominamos otras lenguas la obra tal y como la concibió su autor- nos llega la historia de forma sencilla y fácil de leer. En una bonita edición en tapa dura RBA nos da a conocer esta nueva faceta de Jeff Noon y a quien no lo conozca le recomiendo ésta y sus obras anteriores, ya que independientemente de su género, como en esta ocasión de la que sale muy bien parado, siempre es un placer leerlo.