El infinito en un junco – Irene Vallejo @edicionesiruela

Con una introducción espectacular, a la altura de la secuencia inicial de algún péplum moderno, Irene Vallejo atrapa al lector de ‘El infinito en un junco’ que, a pesar del subtítulo ‘La invención de los libros en el mundo antiguo’, aún no sabe exactamente qué le espera. No intuye que puede quedar enredado en una mezcla fascinante de historias, mitos, referencias culturales, reflexiones o vivencias personales, presentadas siempre con la sencillez e inspiración que la divulgación requiere y el ánimo agradece.
Vallejo ha construido una historia de los comienzos del libro sin desatender ninguno de sus ingredientes: soportes físicos, tipos de escritura, contenidos, bibliotecas y bibliotecarios, librerías y libreros, autores…, pero estableciendo sugerentes y, a veces, inesperados puentes con la actualidad. Confecciona así un entretenido y accesible relato con la cultura clásica como protagonista, su realidad y su proyección. El resultado es un potente artefacto en el que pasado y presente se combinan para desencadenar una reacción de explosiva claridad.


La historia del Antiguo Egipto o las conquistas de Alejandro, siempre acompañado de su ejemplar de la ‘Ilíada’ a cuyos héroes pretendía superar con sus hazañas, animan el relato de la transición desde la oralidad a la palabra escrita, o la evolución de esta hasta la escritura alfabética con su poder emancipador frente a las excluyentes formas previas de registro. Y es que a la autora también le interesa mostrarnos la interrelación entre los cambios socioeconómicos y las formas de transmisión del pensamiento, sin olvidar en el proceso a las silenciadas escritoras de la Antigüedad, o lanzando la hipótesis de un movimiento de emancipación femenina en tiempos de Pericles.


Es encomiable su forma de acercarnos a los grandes clásicos de la literatura desde Homero a Ovidio, o a su paisano Marcial, y de encontrar el hueco apropiado para incluir comentarios pertinentes sobre textos de autores que van desde Ray Bradbury a Bernard Schlink pasando por Umberto Eco o Helene Hanff.


Porque Vallejo siempre tiene a mano alguna referencia al imaginario cultural de nuestros días para ilustrar sus explicaciones y, de paso, la universalidad de ciertas estructuras y comportamientos o, al menos, su supervivencia actualizada en el tiempo. Puede equiparar la expansión cultural helenística con la comercial del imperialismo americano, cuya industria cinematográfica sería el equivalente de la producción teatral ateniense. O comparar la revolución que supuso el uso generalizado del libro con la que trajo la implantación de Internet: la memoria individual delegando en un nuevo aliado. O puede presentar a Chaplin como un nuevo Aristófanes y a Kapuściński como el heredero de Heródoto.


Transitar por las páginas de ‘El infinito en un junco’ es visitar el Museo de Alejandría y su Biblioteca de reminiscencias borgianas, fruto del impulso coleccionista de los sucesivos Ptolomeos, o acompañar a la autora a la biblioteca Riccardiana de Florencia, donde pudo sentir el tacto de un pergamino del siglo XIV, o a la Bodleiana de Oxford con su mítico laberinto subterráneo. En otros momentos veremos ampliarse el horizonte temporal para, atravesando diversas épocas, encontrarnos con ciertas obras letales, reales o de ficción, certificar la facilidad con que se crean hogueras con todo tipo de libros a lo largo de la historia, o admirar el consuelo que procuran aquellos en las situaciones más extremas.


En definitiva, este mirar el mundo clásico con ojos modernos, desacralizando a sus autores al mostrarlos en un mundo reconocible, tan cercano al nuestro, es una forma de abrir otra puerta hacia ese pasado como alternativa a los, a veces, intimidantes pórticos del tratado erudito. Si además el rigor no sufre al usar este otro acceso y nos transporta un lenguaje claro y elegante, no hay más que decir: pasen, les sorprenderá.

Rafael Martín