Malasangre es una novela histórica sustentada en una novela de formación que coquetea con el gótico. Cuenta la historia de Diana, una chica cuyo desarrollo y su apertura a la vida se producen en la Caracas de principios del siglo XX.
La simbología de la sangre atraviesa la sexualidad de la protagonista y el momento de ese desarrollo. El padre hematófago transmite la «enfermedad» a su hija abocándala a un futuro tan incierto para sus progenitores como excitante para la joven.
Está ambientada en la época de 1920 que es cuando se encuentra el primer pozo petrolífero que determina a Venezuela como una gran potencia productora. En ese momento se articula, a través de la dictadura de turno, un estilo de gobierno basado más en una relación parasitaria en la que todos se benefician de las riquezas del petróleo marcando las diferencias entre los que tienen y los que no.
La sociedad post colonial aparece representada en su momento más oscuro, casi de oscuridad perpetua, las torturas en la Rotunda y unas relaciones con el poder de las cuales es imposible sacudirse y de unas relaciones personales atravesadas por ese poder absoluto.
La joven deberá equilibrar sus deseos de sangre y sexo con la represión marcada por su madre y el deseo de aprovechamiento económico del padre buscándola un buen partido. Relacionado con eso aparecerá Vito Modesto, un «flamboyant» gay que la iniciará en los diferentes conocimientos mundanos que la tendencia de ella le exigirá.
Sangre densa y perpetua y petróleo oleoso y omnipotente se articulan como los polos entre los cuales Diana deberá desarrollarse y abrirse.
Una novela literaria alejada de los cánones impropios del género de vampiros que reescribe el género ajustándolo al romanticismo y al gótico que nunca debió perder en el siglo XX.