“No entres dócilmente en esa noche quieta” Ricardo Menéndez Salmón


“Desde el momento en que expresamos algo, lo empobrecemos sin remedio. Como si las palabras debilitaran las ideas por el mero hecho de recluirlas en un soplo de voz, en un golpe de aire que aspira al sentido. Los escritores conocen bien esa dramática experiencia que supone llevar dentro de sí libros perfectos que, al ser convertidos en texto, se desmoronan. Es como si las palabras, que son el modo de nombrar el mundo, de dotarlo de orden y finalidad, de hacerlo presente, carecieran al tiempo de la adherencia necesaria para expresar lo que en puridad quiere y debe ser expresado”

Este libro comienza en la habitación donde un hombre agoniza mientras su hijo, el escritor Ricardo Menéndez Salmón, busca en el último paisaje que su padre ha contemplado una revelación que quizá no exista. No entres dócilmente en esa noche quieta es una ofrenda, una elegía y una expiación; el intento por reconstruir una existencia que camina hacia la madurez, la de quien escribe, a través de una existencia que se ha agotado sin remedio, y la de quien le entregó la vida.


Como Philip Roth en Patrimonio, como Amos Oz en Una historia de amor y oscuridad, como Peter Handke en Desgracia impeorable, Ricardo Menéndez Salmón se zambulle en las aguas de la historia familiar para explicarse a sí mismo a través de las luces y sombras de su padre. El resultado es un texto que recorre las estancias del heroísmo y la miseria, la bondad y el desdén, el gozo y la enfermedad, y que nos entrega un documento de contenida emoción y ardiente honestidad.

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