La familia es un pilar imprescindible en mi vida. Siempre lo ha sido, y puedo decir orgullosa que tengo una familia que no la cambiaría por nada. Porque me aporta mucho más de lo que me quinta, porque siempre está a mi lado cuando lo necesito, porque comparte mis metas y mis alegrías y porque somos una piña. Pase lo que pase.
Pero entiendo que no todas las familias son así, que las hay que tienen sus más y sus menos. Incluso hay personas que desearían pertenecer a otra. Pero, por suerte o por desgracia, la familia no se elige.
Y ese pensamiento recurrente es el que venía a mí mente de manera constante mientras leía Las hijas del feriante, de María Escalona. No sé si porque la familia en la que le ha tocado vivir a Clara, la protagonista principal de la historia, no es que sea la mejor opción dentro de la lotería, o por si, al conocer a todos los personajes, he deducido que nacer en un determinado sitio hace que se forje tu destino —casi en todos los casos— para siempre. Pero lo cierto es que en muchas ocasiones me he visto apiadándome de Clara por ver el panorama en el que le ha tocado vivir.
Pero vamos por partes. Todo empieza cuando Clara recibe una llamada de un abogado. Su sobrino se ha metido en un lío y el padre ha tenido que recurrir a él para tratar de solucionarlo todo. El abogado trata de hablar con la madre de la criatura, pero esta parece no tener ni idea de cómo encauzar esa situación, así que no le queda más remedio que recurrir a Clara para intentar solucionarlo todo. Cuando empieza a hablar con el abogado, toda su historia, todos los entresijos de su vida acaban saliendo a la luz. Porque eso es lo que pasa cuando uno abre la caja de Pandora, que todos los vientos salen sin remedio y después no hay forma humana de volver a meterlos en su sitio. Los recuerdos de Clara son como estos vientos: fuertes, salvajes y anhelantes. Anhelantes porque han pasado mucho tiempo encerrados y lo único que quieren es volar con libertad.
Así, conocemos la infancia de Clara, compartida a medias con su hermana, Virginia. Y también conocemos a su madre, una mujer venida a menos que por azares de la vida acaba embarazada de un feriante que es peor padre de lo que todos nosotros nos podríamos llegar a imaginar. Es eso que se conoce como la crónica de la muerte anunciada, algo que todos sabemos, incluso la persona a la que le va a tocar vivir esa situación, pero al final esta decide seguir hacia adelante, sin mirar ago. Y solo mirará al pasado cuando se lleve una bofetada tan tremenda que hará que su vida se tambalee en todas las direcciones.
Esto es de lo que trata este libro, un montón de bofetadas que los personajes que pasan ante nuestros ojos van a ir recibiendo sin que puedan hacer nada por impedirlo. La vida, que lo llaman algunos, viene para enseñarles la lección a base de golpes.
Lo que más me ha gustado de Las hijas del feriante es que su autora nos mueve constantemente por el tiempo, llevándonos de un momento a otro del pasado de sus personajes. Y eso me ha gustado tanto porque me ha permitido conocer a diferentes personajes en diferentes momentos de sus vidas. Y eso es importante porque hace que el lector pueda contar con toda la información para que saque sus propias conclusiones, porque al final debemos escuchar lo que todos los personajes tienen que decir para poder opinar y sobre todo entender por qué han actuado del modo en que lo han hecho.
Eso es lo que más me ha gustado porque creo que María Escalona utiliza este recurso de la manera correcta. Hay que matizar y decir que es muy complicado escribir una novela donde los saltos temporales son constantes y donde no se sigue una línea fija, sino que los saltos pueden ir tanto hacia un pasado más antiguo como a uno más reciente y viceversa. Si esto se hiciera mal, si esto no se hiciera de la manera correcta, se correría el peligro de perder al lector. Este podría sentirse abrumado ante tanto cambio e incluso llegar a no entender de qué se está hablando. Pero se nota que la autora ha dedicado mucho tiempo a elaborar esta escala temporal y a estudiar muy bien qué información da en cada capítulo para que el lector no se pierda y se sienta cómodo con la lectura.
Eso nos lleva a hablar de los personajes. Estos pasan ante nuestros ojos con mayor o menor rapidez. Algunos son más protagonistas que otros y todo depende del momento que se esté narrando. Incluso hay detalles de ellos que tendremos que esperar para averiguar. Y esos detalles son imprescindibles para resolver el puzle que es esta novela. Al principio decía que Clara era la protagonista, pero porque es la que de alguna manera nos está contando la historia. Pero lo cierto es que todos los personajes que van apareciendo son protagonistas a su modo, porque nos interesan lo mismo que nos interesa la vida de Clara, porque llegamos a comprenderlos y a conectar con ellos igual que lo hacemos con la protagonista «real», por llamarla de alguna manera. Eso también me ha gustado porque me ha dado la oportunidad de conocer a más personajes y eso ha hecho que no me aburriera en ningún momento, porque cada uno que aparecía ante de mis ojos tenía algo nuevo que contarme.
Y esto se puede unir al tipo de narrativa utilizada. Es una novela donde abundan las partes narrativas y escasean los diálogos, aunque los que hay son muy importantes y dan mucha información. Es muy arriesgado decantarse por este tipo de recurso narrativo, ya que se puede pecar de elaborar un texto lento. Los diálogos siempre acaban dando más ritmo, de eso hay duda, así que si se decide prescindir casi en su totalidad de ellos, está claro que es necesario prestar mucha atención a la agilidad de la narración. La autora lo consigue muy bien, ya que esos cambios de tiempo ayudan muchísimo a que todo sea más rítmico y así el lector no echa de menos los diálogos en ningún momento.
En definitiva, es un libro interesante y entretenido, donde el lector tiene la oportunidad de ser juez y parte y de conocer todas las versiones de la historia común. Es un libro con mucha narrativa pero ágil de leer que te gustará si buscas historias profundas donde el destino y el pasado de los personajes es lo más importante.
María Escalona nos presenta una historia que te atrapa desde el primer momento y que te acerca a la historia de una familia. Si el contenido engancha por la manera en la que fluye, la forma en la que está escrito, incluyendo abundantes diálogos, te transporta, sin que te des cuenta, a diferentes momentos en el presente y el pasado. He disfrutado, sobre todo, de unos personajes tan cercanos y tan bien creados que los echas de menos cuando acabas el libro. Enhorabuena a la escritora. Recomiendo también su primer libro, ¨Morir en domingo¨.