Por: Alejandro Medrano
El escritor andaluz conversa con El Placer de la Lectura en exclusiva desde Nueva York, ciudad a la que vuelve en menos de un año. La presentación de su obra en inglés ocupa su tiempo, pero el narrador también observa la realidad española y la propia realidad de su literatura. Por ello, y por tantos temas que nos ocupan, se pregunta y responde: “¿Por qué no aprovechar el lenguaje de las palabras para hacer visible una realidad que nos preocupa? El silencio no ayuda, deja en manos de otros el poder de seguir manejándonos y manipulándonos”.
Pregunta: – ¿Andaluz, español o ciudadano del mundo?
Respuesta: – No me gustan las etiquetas patrias, las fronteras, las tonterías por las que las personas han matado al vecino a lo largo de la historia, por la que siguen enfrentándose incluso a día de hoy. Banderas, negación del otro… Cuando las realidades que vivimos los ciudadanos en cualquier parte del mundo son los mismos, cuando los desplazamientos de población no tienen otra explicación que la búsqueda de la supervivencia, o de la libertad también. Por supuesto uno se siente más cerca de la población en la que ha nacido, en la que se ha criado, de la que ha aprendido una serie de valores. En este sentido me siento andaluz, en un mundo global con el que deberíamos identificarnos cada día más, por pura resistencia, si queremos que siga perdurando para nuestros hijos y nietos. Estamos tan preocupados por las banderitas en los balcones que nos olvidamos de los problemas reales que nos afectan o nos pueden afectar a todos.
P: – Tengo entendido de que, a usted, como a muchos andaluces, lo une una historia muy especial con Cataluña, ¿nos podría hablar de ese vínculo?
R: – Mis padres fueron andaluces que emigraron a Cataluña cuando yo era pequeño, tendrías 5-6 años. Era una época compleja, en blanco y negro, en la que no se podía hablar el catalán en los colegios, donde la gente se manifestaba en silencio contra el franquismo, que celebraba en la intimidad el asesinato de Carrero Blanco, como símbolo de la liberación de la dictadura, en un pueblo que reivindicaba su identidad más que nunca.
Mis padres regresaron, pero el vínculo con esa tierra ha permanecido en mí desde entonces, regresaba todos los años en verano, después de terminar mis estudios. Parte de mi familia vive allí. Para mí es importante reencontrarme de vez en cuando con las calles de Barcelona, con el azul del Mediterráneo, con su gente, de la que me gusta aprender la importancia de seguir siendo uno mismo, a pesar de las injusticias, de la ausencia de libertad.
P: – ¿Al momento de escribir piensa en alguna geografía?
R: – Me gusta encuadrar mis historias en ciudades que conozca bien, en las que me he perdido paseando, que me hablan en sus esquinas, en sus parques. Es una forma de volver a vivir en ellas, de volver a perderme en sus calles, de poder disfrutar todo el tiempo que quiera, sin necesidad de las prisas de regresar a casa. Hablar de Nueva York, de Roma o de Barcelona, es una forma de hacer mía la ciudad.
P: – Decía Belén Gopegui que la ficción es un acto político, ¿está usted de acuerdo y por qué?
R: – No del todo. La ficción es un género que nos permite adentrarnos en mundos literarios que pueden ser reales o inventados, donde caben realidades divinas o humanas, donde todo es posible, donde el autor se permite crear universos imaginarios o utilizar los espacios que le rodean y hacerlos diferentes. En este último sentido, la ficción puede convertirse en un acto político, pero no necesariamente. Siempre quedará a la voluntad del escritor. Sí es cierto que, desde esta perspectiva, intento utilizar la ficción para dibujar realidades que deberían ser diferentes, coger un presente contemporáneo y hacerlo distinto, teniendo una serie de valores en los que creo firmemente. Es un acto voluntario y dirigido, y no un a priori que viene dado por el simple hecho de ser una ficción.
P: – Pareciera estar de moda una literatura de ayuda, de alivio, digamos que “una literatura de bálsamo. ¿Cuál es su posición al respecto?
R: – Es una opción recurrir a la literatura como forma de evasión. Muchos lectores son aficionados a recurrir a ella como forma de cerrar los ojos a la realidad que le rodea. Lo mismo que va al cine, o pone un determinado programa de televisión, buscando productos nada comprometidos que nos lleven a mundos efímeros, banales, que no nos hagan pensar demasiado. Como trabajador social y como escritor, creo que me siento en la obligación de hacer otro tipo de literatura, aunque a veces a veces resulten historias triviales, insustanciales. Siempre pretendo un fondo de compromiso, aunque lo adorne con un relato que lo disimule. Creo que la literatura, al igual que otras artes, deberían tener un mensaje acorde con una realidad, con unos valores determinados, incluso la literatura infantil de siempre están cargados de esos mensajes. ¿Por qué no aprovechar el lenguaje de las palabras para hacer visible una realidad que nos preocupa? El silencio no ayuda, deja en manos de otros el poder de seguir manejándonos y manipulándonos.
P: – ¿Qué planes hay con la obra de Jose Acevedo dentro del mundo literario estadounidense?
R: – Pues después de Metamorfosis, en sus ediciones en español e inglés, La Pereza y Lazy están trabajando en Identidad, que imagino que verá la luz entre finales de este año y comienzos del siguiente. El camino es complejo, pero creo que más fácil que en España, al menos en lo que respecta al compromiso de las editoriales con sus autores.