Cuenta Annete Hess que un libro debe ser un viaje que lleva al lector a un lugar diferente después de terminarlo. La casa alemana es así para el lector que se acerqué a él pero también ha supuesto un viaje para la misma autora.
Cuando tenía diez años, en 1977, hizo una excursión con su clase y al pasar noche pusieron libremente la televisión. Se emitía ¿Vencedores o vencidos? el largometraje sobre los juicios de Nurenberg. Sorprendida, reconoce que “antes no nos habían hablado de los nazis. Me sentí conmocionada porque aparecían fotografías horrorosas… esas imágenes reflejaba lo que había ocurrido, y desde ese momento todo aquello estuvo dando vueltas en mi cabeza. Formó en mí un sentimiento de culpa colectiva. Aunque hasta ahora no me había atrevido a escribir sobre esto porque me parecía demasiado grande.”
Algo parecido le sucede a la protagonista de La casa alemana:
La vida de Eva Bruhn gira en torno a La casa alemana, el restaurante tradicional que regentan sus padres y en el que la familia comparte las pequeñas cosas del día a día: desde los entresijos de su trabajo en una agencia de traducción hasta el anhelo de que su novio se decida por fin a pedirle su mano a su padre.
Pero en 1963 va a celebrarse en Frankfurt el primer juicio de Auschwitz, y el destino hace que Eva acabe colaborando con la fiscalía como intérprete, a pesar de la oposición de su familia. A medida que traduce los testimonios de los supervivientes, descubre la inmensidad y el horror de lo que sucedió en los campos de concentración y una parte de la historia reciente de la que nadie le ha hablado nunca. ¿Por qué todos insisten en dejarla ago? ¿Por qué faltan fotografías en el álbum familiar? ¿Es posible vivir igual cuando se atisba la verdad?
Igual de inocente que su protagonista, que no conocía lo sucedido, era la vida de la autora. Reconoce que en su propia familia había un punto ciego, su abuelo era policía enviado a Polonia, aunque nunca habló de aquella época, pero es fácil averiguar el cometido de la policía en aquella época: preparar deportaciones, y cometer asesinatos. Sin embargo su abuelo que era amable y tierno, había sido una pieza del engranaje de exterminio.
He escrito para cerrar esos puntos ciegos dentro de su propia familia.
Para documentarse ha tenido que escuchar varias veces las grabaciones del proceso de Auschwitz que suman mas de 400 horas. Y es solo ahora (y sin ser capaz de visitar Auschwitz) cuando ha visto la posibilidad de narrar esa historia con una cierta distancia por los años pasados.
Una obra conmovedora que presentará el Holocausto desde un punto de vista diferente, y que revolverá la conciencia de quienes en nuestro país ni siquiera han dado voz a los familiares de los desaparecidos en la Guerra Civil.
antes no nos habían hablado de los nazis. Me sentí conmocionada porque aparecían fotografías horrorosas… esas imágenes reflejaba lo que había ocurrido, y desde ese momento todo aquello estuvo dando vueltas en mi cabeza. Formó en mí un sentimiento de culpa colectiva. Aunque hasta ahora no me había atrevido a escribir sobre esto porque me parecía demasiado grande.