“Su marido está a punto de llegar a casa. Esta vez la pillará.
No hay ni una triste cortina, ni persianas de aluminio, en el número 212, la casa adosada de color rojo oxidado que fue el hogar de los recién casados Mott hasta hace poco, hasta que se separaron. No llegué a conocer a ninguno de los dos, aunque de cuando en cuando los busco por internet: el perfil de LinkedIn de él, el Facebook de ella. Su lista de regalos de boda sigue estando en la página de Macy’s. Todavía podría comprarles una vajilla”.
Lo que tiene que todo el mundo sepa que me gusta leer, es que muchos me regalan libros. Y cuando tu entorno no es particularmente lector, suelen ser los últimos libros de moda. Así que en una suerte de contrato no escrito, yo no me acerco a ellos y espero a que me los vayan regalando. Hoy traigo uno de esos libros a mi estantería virtual. Se trata de La mujer en la ventana.
Conocemos a Anna Fox en su casa, en un barrio residencial de Nueva York. No la podríamos conocer en otro sitio porque no sale de casa. Es una mujer agorafóbica y deprimida con afición al vino, el cine clásico y espiar a los vecinos. La acompañamos por el vecindario parapetados detrás de su cámara de fotos y conocemos a los residentes antiguos y también a los nuevos… hasta que Anna es testigo de un suceso terrible. Pero, ¿lo es de verdad?
Llegadas estas fechas, con el día del libro y las ferias en la calle; con las piscinas desplegando tumbonas y el cloro bien medido, las editoriales se lanzan a buscar el top ventas: la nueva chica perdida, del tren o de la pareja de al lado. Y este año parece que toca La mujer en la ventana, un título con una clarísima referencia la la película de Hitchcock, La ventana indiscreta,el la que James Stewart será sustituido por Anna Fox, la protagonista.
Si soy sincera suelen escamarme estas campañas de marketing a lo grande que llegan apabullando al lector. Investigué un poco y descubrí que A. J. Finn es en realidad Dan Mallory, veterano editor de misterio que cuenta entre sus filas con nombres de sobra conocidos. Eso hizo que el libro no esperase tanto en mis estantes, me pudo la curiosidad.
Uno empieza La mujer en la ventana con el guiño directo al cine. Esa mujer que se pasa el día espiando a sus vecinos y que acerca sus rostros gracias al zoom de su cámara de fotos no es sorprendente, pero si que tiene cierta gracia ver a Stewart convertido en una alcohólica deprimida y agorafóbica. Dicho así puede parecer un personaje interesante, pero la fiabilidad de los narradores lleva demasiado tiempo poniéndose en entredicho como para resultar novedoso y, sin ir más lejos, La chica del tren abusaba del alcohol dejando al lector confuso y casi aburrido. La novela avanza lenta en sus comienzos ya que necesitamos conocer a quién espía la protagonista y también quienes son sus nexos con el mundo, ya sea su familia vía telefónica o las escasas visitas que recibe. Incluso conocemos a un inquilino con el que, creo, pretende el autor intrigarnos sobre si su relación llegaría a algo más. No lo consigue, la meta de la protagonista, se resume en su ventana. Convencido de que ayudará a que el lector se sienta más cómodo, la novela se nutre de las películas que ve Anna,ninguna de ellas desconocida, y ninguna elegida al azar, lo cual no es una sorpresa para nadie desde prácticamente el primer título que nos deja. Supongo que son trucos de quien sabe cómo funcionan los libros, eso de referenciar obras conocidas ya sea de cine, o recordar esquemas ya leídos que han tenido un gran éxito.
Anna y su vino mezclado con antidepresivos es, evidentemente, testigo de algo que sucede. Y ahí arranca realmente este libro que juega a realidad o no una y otra vez pero que no busca sorprender al lector. De hecho, apostaría a que la mayor parte de los lectores han descubierto el final mucho antes de llegar a leerlo. Pero bueno, eso que antes se consideraba casi una hazaña se ha vuelto cada vez más fácil debido al empeño que parecen tener algunos autores en dejar creer al lector que es listo y capaz de resolver la novela descubriendo lo sucedido antes que el protagonista. Sobre todo si el protagonista es detective aficionado y no policía profesional.
La mujer en la ventana (indicreta)es una novela más. De hecho, si tuviera que buscar algo destacable de este libro, no pasaría de un par de escenas o de la descripción de esa vida como mujer deprimida que se ve a lo largo de toda la novela. El resto me ha parecido manido y previsible y, aunque reconozco que es un libro que se lee rápido porque no pide esfuerzo alguno al lector salvo el de saber juntar las letras impresas, he terminado la lectura segura de olvidarla hasta que me sorprenda el anuncio del estreno de su versión cinematográfica. Y tampoco será original que suceda eso, porque ya lo viví con Perdida. Y es que, al final, si me pongo a pensar en la historia, protagonista mujer, fiabilidad, etc… no puedo despegarme la sensación de estar más ante un producto prefabricado que ante un libro escrito bajo la necesidad o la inspiración. Casi como si hubiera sido un ejercicio o experimento en el que pretendieran demostrar que existe eso que llaman la fórmula best seller. Y una es más de long seller, la verdad, me gustan los libros que tienen un poso y un recorrido.
Hablaba al principio de las campañas de marketing que se ponen en marcha con ciertas novelas. En mi caso, si soy sincera, puede ser algo que me aleje del libro por saturación, pero está claro que para muchísima gente es un reclamo eficaz. Y vosotros, ¿sois compradores o termináis aburridos de ver el mismo libro una y otra vez?
¡Qué suerte! Ya me gustaría que me regalasen tantos libros…
Para mi es una reseña muy escasa. Me hubiera gustado leer sobre el climax al que yo lo encuentro un poco raro, ambiguo. En fin…
Vine a leer comentarios, porque me aburrio y queria saber si vslia la pena seguir leyendo. Interesante opinión.