La obra de este autor, por sí solo, sería válida y suficiente, a mi entender, para dar crédito a una literatura poética por cuanto en sus libros se reúne tal grado de armonía rítmica, de pensamiento sugerido, de sensibilidad en el observar no ya material, sino del sentir, que aún el lector más exigente tendría argumentos suficientes para destinar su atención y voluntad a cualquiera de los discursos poéticos que este autor ha elaborado.
Es por ello, entonces, que considero que esta obra donde se recogen escritos, críticas de la obra de otros autores, pensamientos, consideraciones acerca de lo grávido e ingrávido de la realidad ha de merecer la atención más viva por parte de todo aquel que se precie estar interesado en esa forma de estética personal que es el vivir: “la metáfora tiene algo de lo ideal. Este aspecto suyo no puede rechazarse por el mero hecho de que creamos haber sobrepasado hace mucho lo ideal. La verdad es que estamos sobrepasándolo constantemente y, sin embargo, lo ideal en cuanto tal sobrevive con inmensa vitalidad”
En uno de los estudios que se encierran en este libro, ‘Acerca de la poesía de Margaret Mead’, acaso porque Stevens ha tenido la capacidad de penetrar dentro de la sustancia significativa de las palabras y el ritmo, se puede apreciar un buen ejemplo para resaltar algunos fragmentos poéticos que, así señalados, nos ayudan a reparar en un contenido que probablemente destaca y va más allá de lo que pudiera hacerlo en una lectura desnuda, sin más. Es el fragmento siguiente, donde parece resaltar especialmente la ternura del gesto, del significado: “Este pájaro cuida a sus polluelos con/ maternal concentración, después de/ haberse pasado sobre los huevos/ las noches de seis semanas, con las patas/ como única arma defensiva” He aquí una forma de mirar, una forma de pensar; casi una forma de ser, que es, al fin, una de las formas de la trascendencias de la poesía, su poder oculto.
Siempre habrá de destacarse, creo, como un atributo que ha enriquecido el pensamiento acerca de lo poético esa proximidad estética y sutil que la forma casi prosaica del decir nos aproxima al rasgo sensible en lo observado o pensado; una forma de decir, por cierto, cercana a la mejor poesía norteamericana. Eso se obtiene, sin duda, cuando se aman las palabras por dentro, desde dentro, tal como quería Wittgenstein, a fin de que un decir no sea solamente un decir, sino una creación de vida significativa alrededor, una forma de valor, de belleza. Leamos, por ejemplo, el extenso poema: ‘Alguien recompone una piña tropical’
Así pues, un texto éste para ser demoradamente disfrutado, a sabiendas de que lo que guarda, lo que promete como observación ontológica, es mucho más de lo que en apariencia nos dice.
Palabra sabia, certera, poética en torno a la poesía
Reseñado por Ricardo Martínez