“–Perdone mi franqueza pero, dadas las circunstancias, me veo en la obligación de hablarle directamente. Tenemos una lista de nombres que han de ser eliminados. No es que mi cliente quiera discreción. Es que quiere que sea absolutamente imposible que nadie le relacione, siquiera remotamente con las muertes.”
La ciudad de la lluvia no sólo es un thriller literario llamado a convertirse en fenómeno, sino que además se traduce en una brillante carta de presentación de un nuevo autor de ficción que ha llegado para quedarse.
De ritmo trepidante, estilo ágil y plasticidad audiovisual en sus escenas, Alfonso del Río construye la novela a partir de un efectivo contrapunto temporal en forma de flashback que nos traslada desde el nebuloso y sombrío Berlín de 1941 hasta el lluvioso y agitado Bilbao de 1983.
BERLÍN 1941
Cinco personajes se encuentran en un aeródromo de las afueras de la ciudad. Tienen entre manos una misión que puede cambiar el curso de la historia. Son inmortalizados en una fotografía tomada al azar.
BILBAO 1983
Cuarenta y dos años después, la muerte vuelve a unir a los protagonistas de aquella vieja fotografía.
La mayor inundación de la historia de la ciudad y un acuerdo empresarial al límite de fracasar unen las vidas de una joven promesa del Athletic, la hija de un gran empresario y un abogado de éxito en un pulso a contra reloj que desafía todo aquello que conocen y que los mantendrá alerta, incluso más allá de poner a salvo sus vidas y desvelar el misterio que entrelaza unas muertes con una conexión impredecible.
“Alain Lara abrió la boca, dejando caer al suelo la ramita que sostenía. Se levantó del sofá como un resorte. No podía ser. Era imposible. Se levantó y buscó con urgencia entre las cajas de su abuelo la extraña foto que había encontrado meses ago, aquella en la que Rodrigo Lezo posaba con cuatro personas frente a un avión. Y, sí, efectivamente, quien estaba al lado de su abuelo en aquella imagen era Ignacio Aberasturi, el gran empresario y candidato a la presidencia del Banco del Norte. Y también estaba muerto.” |