“Así que había dacelos allí. Fue lo primero que pensó Yala esa mañana oscura. Eso y ¿Dónde están mis cigarrillos?. Dos aves que prorrumpieron en ese variado y seco cacareo, un canto de pájaro antes de que saliera el sol, ruidoso y desquiciado.”
Así comienza la impactante quinta novela de Charlotte Wood. y es que, hoy traigo a mi estantería virtual, En estado salvaje.
Comienza la novela y conocemos a Vera y Yala, dos mujeres que junto a otras ocho despiertan en un salvaje cautiverio. Todas han sido raptadas y desprovistas de su identidad, confinadas en un lugar inhóspito bajo las órdenes de dos hombres jóvenes que no dudan en hacerlas trabajar, insultarlas y pegarlas. Sobre todo uno de ellos. Ninguna parece saber cómo ha llegado allí, por qué, ni cómo van a lograr salir. Cuando la comida deja de llegar, tampoco saben si van a sobrevivir.
Dirán de la nueva novela de Charlotte Wood que es una distopía, pero yo la calificaría más como una terrorífica fábula. La compararán, es casi imposible no hacerlo, con El cuento de la criada, pero no. Este es casi más terrorífico. No hace falta justificar, si es que lo tenía, el proceso de degradación del sexo femenino. En esta novela, todo es brutal desde las primeras páginas. Las mujeres son encerradas y desprovistas de identidad, de cabello, de femineidad. Todas ellas sin excepción. Y entregadas a dos hombres y una mujer en una suerte de confinamiento patrocinado por una empresa llamada Hardings International, cuyo slogan habla de dignidad. Algo que parece incomprensible en el ambiente que se mueven estas mujeres. Y entonces, tras afeitarles la cabeza, el miedo, el desconocimiento, las drogas y descubrir que hay una mujer entre los captores, llega el primer mazazo, la primera pregunta: ¿qué crimen han cometido estas mujeres? Y su respuesta: Ninguno, pero todas ellas fueron relacionadas con algún escándalo sexual… Y el lector se remueve incómodo pensando si ese será su delito, la amenaza que han podido suponer para algún hombre poderoso al que se acercaron demasiado…literalmente. Ese parece ser su nexo de unión, y también su culpa, porque todas ellas fueron culpadas y, por lo que parece, ahora también sentenciadas.
A travñes de las personalidades de Yala, Tolanda, y Vera, Wood escribe esta terrorífica fábula. Una, Yala, es la cazadora, la futura líder. Otra, Vera, es la que vive con un deseo de venganza en su interior, aunque este es pausado. Ambas se entienden, se complementan, representan la supervivencia de todas ellas. Porque de eso trata esta novela, de sobrevivir. Las mujeres no se rebelan contra sus guardias, aunque en el fondo saben que podrían con ellos, son diez contra tres, y tampoco son personas profesionales en ese trabajo que parece haberles caído impuesto. Pero no lo hacen, parecen ir retornando a un estado anterior en el que son despojadas de todo aquello que les convertía en lo que eran ahí fuera. Se les despoja de su derecho a decidir, de su femineidad, de su identidad como mujeres… incluso hay un momento en que relatan la importancia de un producto sanitario femenino y la vergüenza sufrida por carecer de dichos productos. La novela avanza, y en la historia empieza a tener mucha más importancia lo que sucede, que el principio. Ya no nos preguntamos cómo son llevadas allí, nos preguntamos cómo van a seguir sobreponiéndose a esa vida.
Charlotte Wood acierta al ambientar su novela en un lugar indeterminado, un infierno en miniatura, y también al no desarrollar demasiado a sus mujeres. En realidad eso forma parte de lo terrible de la historia. Unas pueden ser otras, vivimos una sociedad en la que lo hemos leído muchas veces, sobre “este tipo de mujeres” sin darnos cuenta quizás de lo que significa una expresión así, a lo que las deja reducidas. A lo que las confina como personas. Tal vez ha necesitado la autora este lugar imposible para despertar las preguntas más incómodas en el lector, para desperezar viejas dudas sobre el sexismo que existe incluso en este caso entre las propias mujeres que se juzgan duramente, al menos al principio. Hay más culpas que delitos, hay más realidad de la que parece en esta fábula. Y hay, como broche, un final abrumador. Y no he hablado de los personajes masculinos… solo ellos darían para mucho. Una vez más roles, y terribles satisfacciones para el lector.
En estado salvaje es una novela que golpea al lector sin piedad alguna. Que trata de la sociedad, del pecado, de la culpa y del género. Un libro que va mucho más allá de las páginas que lo forman, que permanece en la mente del lector, que perdura. Así son los buenos libros. Así es este. Leed.