Por Rafael Martín
No fueron pocos los exiliados rusos que recalaron en el París de los años veinte tras el hundimiento del antiguo régimen, un sistema caduco sustituido por un nuevo orden incompatible con sus principios y valores. Gaito Gazdánov llegaría en 1923, después de combatir como voluntario del Ejército Blanco en el que se alistó con tan solo dieciséis años, incorporándose a la activa comunidad cultural rusa. Obligado a compatibilizar sus intereses literarios con diversos empleos alimenticios, trabajó como taxista nocturno durante más de veinte años, reflejando sus experiencias en ‘Caminos nocturnos’, uno de sus textos traducidos al castellano. Ahora se edita ‘El retorno del Buda’, una novela que combina la inquietante intriga de su argumento con la angustia existencial de su narrador, expresada esta mediante recurrentes reflexiones sobre la consistencia de la realidad o la inanidad de nuestros actos.
Publicada al terminar la década de los cuarenta del siglo pasado, comparte con su obra inmediatamente anterior, ‘El espectro de Aleksandr Wolf’, el interés por la parte más débil de la comunidad rusa de París, la que, hundida en la marginalidad más miserable, admite entre sus filas a exoficiales del ejército y antiguos aristócratas. Pero también coinciden ambos textos al incluir un desconcertante personaje femenino y, sobre todo, un suceso del pasado que determinará las tribulaciones del protagonista. En aquel caso una escaramuza bélica, y aquí una limosna a un mendigo cuya suerte cambiará radicalmente, y de cuya muerte se acusará al narrador. Por cierto, yo hubiera preferido no adelantarles este suceso que se produce en el último tercio del libro, pero es que lo van a poder leer ustedes en la contraportada.
Por su parte, la inestabilidad emocional que, como consecuencia del desarraigo y la colisión cultural, afecta al emigrado queda reflejada en el atormentado protagonista: parece recién salido de un clásico ruso y abandonado en el escenario de un París surrealista. Un decorado sugerido por las potentes imágenes oníricas contenidas en las alucinaciones de las que el personaje es víctima impotente. Y un movimiento aquel que, una vez abandonado cualquier flirteo con la ortodoxia estalinista y su realismo socialista, desarrolló una crítica tan demoledora contra ambos como la que también refleja Gazdánov en cierta escena kafkiana con una irracional maquinaria estatal como protagonista
Incide también el autor, a través de sus personajes, en el desconcierto que produce constatar que un acto fortuito puede determinar por completo una vida, y nos invita a compartir una conclusión: los designios del azar, que parecen privar a nuestra existencia de toda lógica y sentido, solo pueden reconducirse al tomar conciencia de que la voluntad debe ser el potente motor de nuestro destino.