Hay una deliberada composición rítmica en este libro que acaso no sea –o no haya de ser- ajeno a la formación musical que avala a su autora. Incluso de la presencia de algunas metáforas muy cuidadas que tendrían que ver, tal vez, con los sutiles ritmos que la cuerda pudiera hacer surgir de una composición barroca: “La jornada siguiente resulta buena. Una de las paredes de la montaña, de la que ya se sacaron varios bloques, parece prometedora. ¡Una vena de leche sin una gota de sangre!, exclamó Topolino. Michelanngelo también está entusiasmado” ¿Una vena de leche sin una gota de sangre para definir una roca? Un trino en el aire.
La esencia de la trama la constituye el viaje que el escultor realizó a Carrara a fin de obtener el material que servirá para la construcción de lo que ha de ser una de sus magnas obras escultóricas, la tumba de ese Papa de acusada personalidad cual fue Julio II. El viaje, a la vez, venía determinado también como paliativo del dolor para Michelangelo pues, en la sala de disección de los monjes que él tenía como lugar de investigación para sus conocimientos del cuerpo humano, había visto, yacente, el cuerpo de su amigo-amado, para él paradigma de la belleza corporal. Mitigar el dolor y rendir tributo a su genialidad artística se concitan, pues, en Carrara.
Llama la tención, también, en la narración, la aparición de algunas metáforas de una calidad poética que parece querer refrendar el ritmo estético de que, en principio, parece que la autora ha querido dotar su obra: “En la arena surcada por el mar,/ el niño con sus suaves manos/ desenterró una concha./ Acercándosela al oído,/ espera retener las olas”. Semeja la cita una a modo de construcción escultórica en el aire, una forma de semejanza con el secreto creador que alienta en el escultor protagonista. “Está impaciente por enfrentarse a la montaña (…) Luego, abriendo el libro de Petrarca que Lorenzo de Médicis le regaló, lee, haciendo propia tal.
Reflexión: “La muerte elogia a la vida tal como la noche elogia al día” Y leemos a continuación: “Eso es exactamente lo que siente. Desde siempre o casi. Y si la muerte de Andrea lo ha precipitado hacia las montañas, ha sido para intentar extraer la luz del abismo.
En fin, un texto formalmente muy cuidado, con esa pretensión de armonía entre el lenguaje y el tratamiento ‘interior’ del protagonista Michelangelo. Un lenguaje preciso, a veces preciosista y una recomendación de lectura oportuna por su constructiva voluntad literaria, a veces casi ensimismada.