Asan describe todo lo que ha pasado en Chechenia. Asan es la manera de pronunciar Alejandro Magno, que en su día pasó por aquella región y el pueblo le tenía tanto miedo que se le quedó como nombre Asan, que es una contracción en ruso, del nombre Alejandro, una de sus abreviaturas posibles, y que también significa Dios, pero con una connotación negativa, un dios malo. Y el nombre de pila del protagonista de la novela, Zhilin, es Alejandro…
Asan le valió a Makanin en 2008 el mayor premio literario ruso, el Gran Libro. Su argumento es muy cercano: la historia de un militar ruso ligeramente corrupto en las guerras de Chechenia. Y de hecho el protagonista se llama Zhilin, como el de la novela de Tolstói de donde toma el título su obra anterior “El prisionero del Cáucaso”. Asán es indudablemente lo mejor que se ha escrito para explicar la guerra de Chechenia.
Tanto en Asan como en su obra anteriormente publicada en España El prisionero del Cáucaso describe zonas de la guerra, y de la mentalidad de los soldados y sus oficiales poco exploradas por la literatura. La crítica rusa se ha preguntado cómo ha reunido conocimientos internos tan específicos sin haber participado en el conflicto. A lo que Makanin, cercano ya a los ochenta años contesta:
“Se trata de la segunda parte de la guerra en Chechenia, en los años 1997-1998. Yo no combatí, pero tengo algún conocimiento de lo que pasó en esta zona por los datos de las noticias, y por mis conversaciones con los veteranos. No participé como soldado pero vivía en Mozdok, en la frontera de Chechenia. Esta ciudad está en la frontera del sur, y algunos de sus barrios pertenecían a Rusia, y la otra parte estaba en manos de los chechenos. Los trenes procedentes de Rusia llegaban hasta la ciudad pero de ahí no seguían a otras ciudades de Chechenia. Viví un par de meses allí por asuntos familiares. Lo pude ver todo con mis propios ojos. Y por primera vez vi con mis ojos la guerra por el petróleo. El petróleo es la sangre de la guerra. Los chechenos atacaban a los rusos que se movían por aquel territorio. Todos los convoyes militares que salían de la ciudad con sus armas, coches, petróleo, eran asaltados. La guerra abierta entre dos ejércitos aún no pasaba, los chechenos todavía no disponían de técnica, ni armas ni aviones. Recuerdo que una vez, los soldados rusos se desplazaban de un sitio a otro y en su columna llevaban dos grandes cisternas de petróleo. Rusos y chechenos se hostigaron y mataron hasta que todo quedó destruido, salvo aquellas cisternas, que ambos bandos querían salvar. La táctica de los chechenos era la siguiente: procuraban parar el primer tanque y el último, y así toda la columna quedaba paralizada. Entonces los rusos saltaban de los tanques, y tumbados en el suelo trataban de matar a los chechenos que les atacaba desde lo alto. Así pasaron dos o tres años.”
Zhilin cuenta su propia historia en la guerra chechena: la venta de combustibles rusos con fines de lucro personal, el contacto con su anónima esposa con la que conversa acerca de la construcción de su nueva casa con el dinero corrupto, los rescates negociados de soldados, la muerte de los compañeros, la visita de su padre borrachín y los soldados con SEPT. Algunos de estos episodios son sólo ocasiones anécdotas pero otros se desarrolla plenamente.
No recuerdo como lector ni como crítico ninguna obra que refleje las modernas tácticas de guerra como este. Algunas tan diferentes de la épica como las que aquí presenta Makanin. Un imprescindible sobre sobre la guerra con un estilo y narración impecables.