Actor, director de cine y teatro, el italiano Antonio Manzini con “Pista negra” se ha propuesto gestar una novela policial diferente, basándose para ello en un personaje, el subjefe de policía Rocco Schiavone, a quien bien se lo ha definido como violento, corrupto pero sin rastros de culpabilidad. Al mismo tiempo, con métodos que remiten al propio Harry el Sucio, el policía protagonista hace cuanto puede para dilucidar los hechos delictivos que se le presentan, en este caso el crimen de un hombre en una pista de esquí, en un centro turístico enclavado en el bello y más que frío Valle de Aosta.
Rocco ha sido “expulsado” de Roma por haberse metido a investigar los negocios turbios del hijo de un poderoso político y lamenta mucho encontrarse en ese lugar. Y, como no tiene pelos en la lengua, lo expresa a cada rato porque no le importa ofender. En general, poco es lo que le importa, y menos que menos investigar, porque hacerlo lo sumerge en “un légamo pringoso” y sintiéndose además como una monstruosa criatura de tales parajes.
Rocco es un transgresor, no precisamente un dechado de virtudes, pero al mismo tiempo tiene una cierta lealtad con la verdad o, como diría el título de un relato de Rodolfo Walsh, lo que le interesa es establecer “un oscuro día de justicia”, como ocurre en esta novela.
En su comienzo, Amedeo Gunelli, recientemente incorporado al trabajo en una pista de esquí, está finalizando la tarea del día a bordo de una enorme máquina, uns pisanieves, cubriendo con nieve los lugares que han quedado “pelados” cuando tropieza con un obstáculo inesperado. El obstáculo será en realidad un cuerpo enterrado que la máquina se encarga de triturar. Poco más tarde quedará develada la identidad del muerto: se trata de un siciliano, Leone Miccichê, “extranjero” como tantos que llegan al valle para trabajar dada la constante presencia de turistas. En su caso él tenía un bar restaurante, enclavado en la alta montaña, que explotaba con su esposa, la bella Luisa Pec.
El primer sospechoso resulta ser Omar Borghetti, un aparentemente resentido ex novio de Luisa, instructor (monitor) de esquí, vale decir alguien que frecuenta la pista y que tenía motivos para el asesinato. Pero Rocco investiga, siempre con métodos nada ortodoxos (y no pocas veces ilegales) y no tarda en llegar a otras conclusiones.
En la historia, aquello que se destaca es el desenfado del subjefe que no tiene pruritos de proponer a un subordinado el asalto a un camión que, proveniente de un país cercano, intentará ingresar marihuana a Italia. La idea es la de asaltarlo y quedarse con la carga prohibida, al menos con gran parte de ella, y, eso sí, denunciando el contrabando a las autoridades. Pero en ese caso todo se complica porque en el camión viajan también familias de inmigrantes (ilegales) africanos a quienes, mostrando una impensada sensibilidad, Rocco presta auxilio, siempre al margen de las normas instituidas.
Al policía, en apariencia, resultan escasas las cuestiones que le importan y lleva una vida frívola, pero Manzini se encarga de hacerle saber al lector que también su personaje carga con pesadas mochilas y que la más le pesa tiene un nombre, Marina, sobre la que nada más se puede decir salvo que mucho influencia en la vida y el comportamiento del policía.
Un humor sardónico campea en las páginas de “Pista negra” que acusa ciertos desniveles narrativos en su desarrollo, cuyo final a toda orquesta –cuando quedan develados los motivos del crimen y expuestos sus autores- se produce en una iglesia, ante la sorprendida y numerosa grey que se ha hecho presente, porque eso ocurre cuando se está velando a Miccichê.
A mi entender, lo que se rescata de esta novela es el personaje de Rocco, su actitud anárquica ante la vida, las situaciones jocosas que plantea (a pesar de que se trate de una historia de violencia y traiciones) y, por sobre todo, esos fantasmas que rondan al protagonista, de los cuales no puede -pero tampoco quiere- desprenderse.
Todo indica, por otra parte, que habrá más aventuras de Rocco Schiavone en el breve plazo, porque no por nada se habla del “primer caso” del policía y a su vez se reproduce la afirmación de nada menos que Andrea Camilleri, quien ha sostenido que Rocco es “un personaje extraordinario”. Nada para agregar.