El nombre del periodista Indro Montanelli suele ir asociado, al menos por estos pagos, a ciertos textos de divulgación histórica publicados en nuestro país a finales de los sesenta. Ciertamente novedosos por su combinación de contenido riguroso y apariencia de literatura popular, ‘Historia de Roma’ o ‘Historia de los griegos’ fueron grandes éxitos editoriales junto a otros textos que repasaban de forma exhaustiva la historia italiana o que realizaban semblanzas de personajes históricos. Pero sobre todo sentaron las bases de una nueva forma de acercar la historia a todo tipo de lectores, que si bien les eximía de un exceso de erudición, también les privaba de un adecuado análisis científico.
‘La sublime locura de la revolución’ reúne el conjunto de artículos que conforman la crónica de unos sucesos que el autor vivió en persona: la revuelta popular contra la dominación soviética que tuvo lugar en el otoño húngaro de 1956 y que fue finalmente sofocada por la fuerza de cinco mil tanques. Presentados como entregas sucesivas con la fecha y localización de su confección urgente, crean en el lector la sensación de estar asistiendo a una retransmisión levemente diferida de unos hechos a los que el mismo cronista debe ir adaptándose de un día a otro. Porque a la sorpresa inicial por la retirada de la presencia militar rusa, le seguirá, sin apenas solución de continuidad, la terrible constatación de la derrota y de la fulminante represión.
Montanelli no se limita a dar cuenta de la batalla desigual entre unos jóvenes revolucionarios y un temible ejército en las calles de Budapest, también realiza un lúcido análisis de las tensiones y errores que finalmente condujeron a la tragedia. Porque los dirigentes reformistas húngaros, alentados por las experiencias yugoeslava y polaca y por ciertas señales aperturistas tras la muerte de Stalin, no contaron con el giro involucionista que los poderosos mandos militares del Ejército Rojo imprimieron a una situación que amenazaba con la cohesión del Pacto de Varsovia.
Aprovecha también el corresponsal italiano para, dejándose llevar por sus convicciones políticas, certificar el comienzo del fin de una ideología comunista rehén de intereses estratégicos, e incapaz de explicar la contradicción que supone el aplastamiento de una protesta encabezada por obreros, estudiantes y campesinos reivindicando socialismo y libertad.
El carácter entusiasta y fatalista de esos grupos, su heroica resistencia y el deseo de Montanelli de honrar su memoria, le llevó a convertir los textos de ‘La sublime locura de la revolución’ y su propia experiencia en la obra de teatro ‘Los sueños mueren al alba’, estrenada en 1960 y con posterior versión cinematográfica. De esa experiencia llegó a decir: “a lo largo de mi carrera como periodista, nunca me había encontrado en medio de un espectáculo tan apasionante”.
El anticomunismo sin paliativos de Montanelli, junto a un pasado cercano, aunque pronto superado, al movimiento fascista italiano, le granjearon, a lo largo de su vida, la condena de los Partidos Comunistas europeos y el rechazo de cierta ortodoxia de izquierdas. Autodefinido como anarco-conservador, su infatigable labor periodística y literaria acabaría imponiéndose, sin embargo, como el verdadero activo de una de las figuras más controvertidas e ineludibles de la reciente cultura italiana.