“La primera persona es brutalmente efectiva, habla al lector en intimidad”
Xavier Güell nació en Barcelona en 1956, es uno de los productores musicales más insignes del panorama nacional. Estudió dirección de orquesta de la mano de maestros como Sergiu Celibidache, Leonard Bernstein, Seiji Ozawa y Franco Ferrara. Cuando, con poco más de veinte años, llegó a Nueva York para estudiar dirección de orquesta, fue a ver a Bernstein con una carta de recomendación. El director le dijo que “las palabras no sirven, sólo sirve la música” y le dijo que tocase el piano. Esa anécdota la traslada al libro y la pone en la voz de Schumann diciéndoselo a Brahms. “El impacto de aquel encuentro es brutal hasta tal punto que Schumann cree haber encontrado un digno sucesor”, cuenta el afamado director. En su novela ha sabido trasladar todo su saber musical sin querer que se convierta en un “libro de musicología”.
A lo largo de su carrera dirigió la London Philharmonic Orchestra, Royal Philharmonic Orchestra, Orquesta Nacional de España y Orquesta de Radio Televisión Española, entre otras. En la década de los noventa del siglo XX funda el exitoso festival Promúsica y Musicadhoy, una de las compañías dedicadas a la divulgación de música y artes escénicas más importantes de Europa. En 2003 crea Operadhoy, orientada a la producción internacional de ópera.
Además, es responsable de numerosos encuentros y ciclos musicales, entre los que cabe citar ¿Cómo escuchar pintura contemporánea? y ¿Cómo escuchar poesía contemporánea? (Museo Thyssen Bornemizsa de Madrid); Festival de Música Contemporánea de Barcelona, y Festival John Cage, Los límites de la composición y Schubert/Felman (La Casa Encendida). Cómo ven, un curriculum prodigioso. Pero ahora quiere dar un giro a su carrera y dedicarse a la escritura. Además de “La música de la memoria”, está ya escribiendo sobre unos músicos judíos apresados por los nazis en el campo de concentración de Terezin, cercano a Praga, donde estuvieron los músicos checos Elkan Bauer, Rudolf Karel, Heinz Alt, Pavel Hass, Hans Krása o Victor Ullmann, entre otros.
El gusanillo de la literatura le surgió de su profunda amistad con Eugenio Trías. Cuando el filósofo y musicólogo publicó “El canto de las sirenas”, conoció al editor de Galaxia Gutenberg Joan Tarrida. Tiempo después el director de la editorial le preguntó si tenía algo escrito y Xavier Güell le respondió que tenía unos textos cortos para unas conferencias sobre Schumann y Brahms. Tarrida lo leyó y le animó a que escribiera más sobre esos autores y el resto de los autores románticos de la órbita germana. “Cuando le presenté lo que había escrito, le gustó y me dijo que había encontrado ritmo en la narración y muchas imágenes. Creo que me ha quedado muy cinematográfico el libro”, nos dice Xavier Güell en la entrevista que mantuvimos recientemente.
De todas formas, reconoce que “he sufrido una barbaridad leyendo en voz alta junto a Joan Tarrida cómo sonaba lo que había escrito. Son siete voces distintas y lo han de parecer, no pueden sonar igual. En algunos momentos sufrí periodos de desánimo absoluto al tratar a siete personalidades tan diferentes, proteicas y titánicas”.
“La Música de la Memoria” es un repaso a la música del siglo XIX que es preferentemente romántica. El autor pensó en esos siete compositores como eje de su libro, “podía haberlo iniciado con Mozart, que es más clásico, pero creo que con Beethoven es más apropiado. En el libro cuento todos los secretos de su vida y de su obra”, explica con efusión. Xavier Güell habla como si estuviese dirigiendo una orquesta, con movimientos de manos que subrayan lo que dice y con las inflexiones necesarias en su voz para destacar lo que es importante.
“La obra de Beethoven está caracterizada por la imposición de convertirse en la voz de la divinidad. Siempre estuvo en lucha con Dios y siempre acabó perdiendo. Pero, también, por su sordera. Al perder la audición, se sumió en una soledad permanente y sufrió un proceso de concentración del resto de los sentidos, lo que daría origen a sus mejores sinfonías”, narra casi con la virulencia con la que componía Beethoven.
Después se centra en Schubert, el digno sucesor del maestro. “El proceso de su enfermedad, estaba infectado por la sífilis, le condujo a la muerte. Una muerte aceptada con gozo y en ese periodo compuso sus más gloriosas canciones, que tienen una hondura expresiva sin parangón. Cuando le fueron a dar la extremaunción, Schubert no paraba de cantar. Era un acto de amor a la vida. Cada segundo que vivía, lo hacía como si fuera el último. Para Schubert no era tan importante la trascendencia, lo que iba a venir después de la muerte sino la vida que era posible vivir”, cuenta con pasión.
Para este promotor musical, “la influencia de Wagner sobre Liszt fue mayúscula, “es un protomundo donde conviven todo tipo de sentimientos sin excepciones. Es el ángel y el diablo en un solo ser. El gran devorador del mundo”, refiere y añade “Liszt como pianista era dios. El más grande de la época, el más famoso, el más querido, al que todos veneraban y económicamente le fue siempre bien, hasta tal punto de ayudar a otros compositores con préstamos”. Era un tiempo en que los músicos se habían emancipado de la Iglesia y vivían de su trabajo o de mecenas como Luis II de Baviera. “Liszt se dedicó a componer la música del porvenir. Fue el más audaz y revolucionario compositor del siglo XIX. A partir de él se concibió la tonalidad y la música dodecafónica, no le sigue ni siquiera Wagner. Me encuentro muy a gusto con él”, expone pasionalmente.
En el libro, todos los capítulos están relacionados. Los siete compositores hablan en primera persona. “La primera persona es brutalmente efectiva, habla al lector en intimidad, lo cual es tremendamente eficaz”, opina. Cree que “Beethoven es incuestionable para todos los compositores de esa época. Todo gira sobre él y todos le siguen”, advierte. En el libro sucede lo mismo, “es como un working progress donde todo está vinculado entre sí. Todos se conocen, tienen experiencias vitales compartidas”, aclara.
El libro lo finaliza con Mahler, “el más grande director de su época, el que inventa la dirección moderna. Fue un investigador de todos, los conocía a fondo, como nadie. Sin embargo, como compositor, tuvo una gran dificultad en que su música fue aceptada”, comenta razonadamente.
“La Música de la Memoria” es el resultado de año y medio de profundo trabajo de escritura, pero de toda una vida de experiencia musical. Ha quedado tan satisfecho que, como hemos señalado anteriormente, ya está preparando una nueva novela que no será la única. Cree que por edad le puede dar tiempo a escribir otros cuatro o cinco libros. “Ha sido una experiencia empírica e instructiva encontrar un metalenguaje que te hagan vivir con la intuición. Al fin y al cabo, la música está muy cerca de la espiritualidad y, también del erotismo”, concluye el autor.
Xavier Güell ha sabido conjugar su saber musical con la ficción. Ha hecho una interpretación de la manera de ser de estos compositores de forma muy original. Cuenta datos precisos y algunas anécdotas bastante desconocidas, pero también ha jugado con la ficción, ha modelado unos hechos y unos personajes para llevar al lector a enfrentarse con la genialidad de unos seres excepcionales. Ha hecho lo mismo que hizo Unamuno en sus nivolas. Deformar la realidad a su antojo siendo incluso más real que la propia realidad.