Dennis Lehane publicó en 2010 un cuento, “Animal Rescue”, que resultó la base del guión de “Drop”, o “La entrega”, película dirigida por Michael Roskam. El paso siguiente fue volver novela a esa historia que transcurre en Boston, como sucede en la mayoría de sus ficciones.
Lehane es un gran narrador y el rostro amargo que suele mostrar de Boston penetra profundo en sus lectores, cuando no en los espectadores que difícilmente olviden sus propuestas (¿qué espectador puede decir que “Mystic River” lo dejó indiferente, ese relato coral que con tanta sabiduría dirigió Clint Eastwood?).
El Boston que muestra en “La entrega” no tiene nada de glamoroso. Por el contrario, desde el primer momento, cuando el personaje Bob rescata a un cachorro apaleado de un tarro de basura, hasta el final, en una novela cargada de tensión, el escenario se muestra miserable. Además de endiabladamente frío, inhóspito, brutal.
Bob es primo de Marv, antiguo propietario de un bar que lleva su nombre y que luego de un cierto auge ha perdido en manos de un grupo de mafiosos chechenos, banda de asesinos que ha tomado al negocio como sitio de entrega del dinero obtenido en la ciudad a través de múltiples actos criminales. Bob es el centro del relato. Es un hombre católico, asediado por la culpa, que reprime emociones y al que le cuesta enfrentar el día al día. Su soledad es extrema, por eso se refugia en el perro rescatado, así como en la relación que mantiene con una mujer extraña, Nadia, que presenta una profunda cicatriz en el cuello, sobre la que no da explicaciones.
Sin esperanzas
Pero, como se dijo, la novela de Lehane es sobre todo la tensión que destila y, en simultáneo, el clima opresivo, feroz, que presenta ese ambiente vencido, en el que no parece haber lugar para ninguna clase de esperanza. Aparte, el escritor norteamericano cada tanto brilla con sus expresiones propias de la alta literatura: “En ese momento terrible sintió que todo el tiempo transcurrido desde los albores del mundo abría la boca para tragárselo”. U otro tipo de descripciones, agudas y sensibles: “Los triunfadores pueden esconder su pasado, mientras que los fracasados se pasan el resto de la vida intentando no ahogarse con el suyo”.
A su modo, presumiblemente condenado al fracaso, Marv intenta dar la lucha contra los chechenos para recuperar lo que para él ha sido el esplendor personal perdido. Bob, a su vez, “aguanta”, tolera, trata de sobrevivir como mejor puede porque tiene conciencia de ser un perdedor nato. Aparte, debe soportar un calvario adicional porque un ex convicto le reclama la devolución del perro, además de exigirle que se aleje de Nadia.
Mientras intenta, sin demasiada suerte, que Marv no enfrente a los chechenos (cuya crueldad es extrema), Bob debe cuidarse también de un policía de origen puertorriqueño que, por un motivo concreto (ambos concurren a misa dominical, pero Bob nunca comulga), desconfía de él. Además, en el bar, hubo un atraco y los chechenos reclaman el reintegro del dinero que se han llevado.
Todo, nos dice Lehane, termina siendo pérdida, El desarrollo de esta cuidada novela es apropiado y, como tiene “secretos”, propios de un policial negro (y tan negro…), poco se puede añadir, salvo que se trata de un texto digno que, además y pese a cualquier cosa, deja una puerta abierta a un posible amanecer, leve luz al final del túnel.