Traducida en otra edición como Exculpación, del original francés Remise de peine (1988), esta historia no es, como el título parece sugerir, una narración carcelaria, un problema de culpabilidad y expiación, ni siquiera hay una culpa explícita, en absoluto; esta novela nos sumerge en el mundo infantil, un universo de juegos, rutinas escolares, salpicado de irrupciones del mundo adulto, que para ellos resulta totalmente incomprensible, un misterio que aceptan sin demasiado conflicto, puesto que la distinción entre realidad y ficción no está muy definida en la infancia. El narrador desgrana recuerdos sesgados, que van componiendo un mapa muy irregular, una cartografía vital donde hay más preguntas que respuestas y donde las respuestas son ficciones.
El narrador/protagonista, un niño de 10 años, vive junto a su hermano menor, durante un año de su infancia, alojado en las cercanías de París, en casa de unas muy peculiares amigas de sus padres, puesto que estos, por razones de trabajo que tampoco se especifican demasiado, no pueden ocuparse de sus hijos. El padre los visita con cierta frecuencia, la madre está siempre ausente. Los adultos forman un confuso mundo en el que no quedan claras las actividades que llevan a cabo, si bien no parecen ser muy legales.
Los niños no saben nada de estas personas con las que conviven, salvo si les gustan o no, si les tratan bien o no. Tampoco saben nada de los variados amigos y visitantes que pasan por la casa, de lo que hacen ni de cómo se ganan la vida. Solo escuchan o presencian retazos de conversaciones, breves explicaciones, o fugaces apariciones, paseos con algunos de los amigos de su padre, coches deslumbrantes, historias que les cuentan, juegos que hacen, relaciones con otros niños, sobre todo con el sobrino de Frede. El mundo infantil está poblado de vaguedades, de ficciones, imaginación y muy pocas certezas. La hora de comer, la hora de ir a la escuela…la hora de dormir. El resto es puro juego. Todo esto se percibe perfectamente en la lectura de esta novela.
El lector ha de construir con todas esas piezas sueltas, mezcla de realidad y de ficción, lo que se oculta tras esos retazos de memoria que el protagonista, desde su madurez, lanza como redes hacia el pasado, tratando de averiguar que pasó, quiénes eran aquellas personas y por qué desaparecieron, dónde estaban los escenarios en los que él y su hermano vivieron ese extraño año. Extraño, visto desde el presente adulto. Desde la mirada infantil todo cabía, todo era admisible, las incomprensibles relaciones, las miradas, los llantos, los hombres y las mujeres que pasaban por aquella casa, los paseos que daban con ellos, las historias que les contaban y las medias voces que escuchaban en la noche, las sombras que entraban y salían de la casa.
Los recuerdos del narrador están centrados en una época entreguerras y posteriormente, algunas memorias de la ocupación, siendo el protagonista mas mayor. Los intentos de encontrar personas o lugares del pasado son infructuosos. El autor da a entender algunas cosas, sugiere otras, apenas afirma nada. El lector debe entresacar su propia historia, que tiene muchas zonas de penumbra. En realidad lo más interesante de la novela es la recreación de la mirada ingenua de un niño sobre el mundo adulto, en una época en la que los propios adultos tenían que esconderse o crear ciertas duplicidades para defenderse del entorno hostil. Y a veces, esas duplicidades rozaban peligrosamente la frontera entre el bien y el mal.