Madame Solario tiene el honor de haber perturbado la moral imperante en su tiempo. De hecho la historia que cuenta fue considerada como escandalosa, sobre todo para los estereotipos de la época. Hablar de incesto, abuso infantil, parricidios, suicidios y a la vez maquillarlo con un aura del más elegante refinamiento a orillas de lago Como fue una mezcla explosiva. El éxito de ventas motivado por ese escándalo fue evidente, pero también tuvo la vertiente de haberse llevado por delante a su autora, anónima en la primera edición de 1956, desconocida hasta los ochenta cuando se desveló que era Gladys Huntington.
La autora describe con delicadeza y con detalle a cada uno de sus personajes principales. Desnuda psicológicamente sus incertidumbres, sus complejos sentimientos, sus percepciones y sus cambios emocionales. Habida cuenta de la extensión de la obra este análisis es profundo y sigue in crescendo hasta su final.
Huntington centra su mirada en la alta sociedad que vive un verano regalado a orillas del pintoresco lago italiano de Como poco antes del comienzo de la Gran Guerra. Esa sociedad ya habia desaparecido para el tiempo en que se publicó pero estaba cerca de la mente de la autora cuando comenzó a escribirlo. Los retazos de la primera parte son conversaciones susurradas al oído, chismorreos banales entre rusos, húngaros, americanos e ingleses mientras disfrutan de la brisa vespertina en su estancia en su lujoso hotel.
Encontramos allí a uno de los protagonistas que a la postre resultará fundamental, el joven inglés Bernard Middleton, quien después de graduarse de la universidad y antes de comenzar su ‘esclavitud’ como empleado de banca colocado por sus padres disfruta de sus últimos días de libertad. La tapada, parece ser Madame Solario con sus varios nombres, una mujer con un pasado nebuloso que no solo encandila a Middleton sino a la mayoría de los huéspedes varones ocasionando un odio proporcional en las mujeres. Lo que podría convertirse en un romance con el inglés, se enturbia por la relación que Natalia Solario mantiene con un diplomático ruso, un depredador que tensa la cuerda al máximo. Se interrumpe también de manera forzada por la llegada del hermano mayor de Solario, Eugene, dando lugar a la segunda de tres partes, en la que Middleton cesa en su empeño y la autora nos muestra lo que hay debajo de la alfombra de la familia Solario. Ahí hallamos el escándalo, cuando el empeño de su hermano en vivir a costa de Natalia o a costa de otros huéspedes, sirve de excusa a la autora para desnudar esos secretos incestuosos, de abusos y crímenes que tanta fama le han dado a esta obra. Los paseos por el lago, las partidas de cartas y las caminatas por el bosque consiguen enmarcan esos procesos psicológicos antes indicados y preparan la tercera parte del desenlace.
El lector se quedará satisfecho por la belleza abrumadora y la sensibilidad con Gladys Huntington cuenta esta historia, la cual es verdadera obra maestra de la literatura.
En 1956, el editor inglés Heinemann publicó la novela de forma anónima. El aura de escándalo que pronto rodeó a la obra la convirtió en un gran éxito.
Gladys Huntington, una americana de Filadelfia, había nacido el 13 de diciembre de 1887, en el seno de una familia próspera y apegada a los valores de la secta protestante de los cuáqueros. Gladys se sentirá siempre una “sureña”, con todas sus implicaciones. Dividida entre su estatus social muy convencional y el impulso de escribir, había publicado en 1934 una novela hoy desaparecida, y luego, en los años 50, dos novelas cortas aparecidas en el The New Yorker. La primera de estas anticipa curiosamente el tema del amor más que filial de un joven por su madre, una madre tan imprevisible y fascinante como Madame Solario, y que parece inspirado por la hermana mayor de Glacys, Cora.
Madame Solario, escrita treinta años antes de su publicación, había dormido en los cajones y sólo había sido leída por el marido de Gladys, editor de Putnam, quien hará un comentario sibilino sobre el libro: «¡Es único, es un Frankenstein!».
Dada la materia escandalosa de la obra, la autora había aceptado la idea de su publicación anónima.
El editor inglés, así como los posteriores en las muchas traducciones a otras lenguas, diseñaron su estrategia comercial sobre la invisibilidad de su autora, que, tras el enorme éxito de ventas sobre todo en el mundo anglosajón, quedó prisionera de su anonimato. Ningún editor quiso en lo sucesivo que se revelara el nombre de la autora, que pagaba muy cara su inicial timidez de autora, temerosa del fracaso y de la humillación pública. Habría que esperar a los años 80 para que, gracias a unas indiscreciones, se revelase el verdadero nombre de la autora de Madame Solario y sus herederos aceptasen “atribuir” públicamente el libro a su verdadera autora.
Aunque tentada por la celebridad, Gladys Huntington no pudo disfrutar al final de su vida del éxito de su obra. Una serie de tragedias familiares se sucedieron para impedírselo: en un accidente de bicicleta se fractura la cadera y quedará coja para el resto de su vida; su hermana Cora, anoréxica, se suicida tras haber sido curada en Suiza. Gladys que arrastraba una depresión desde la Segunda Guerra Mundial («nuestro mundo se hunde», había dejado escrito en su diario) se quita la vida como su hermana el 30 de abril de 1959 legándonos esta maravillosa obra que no debe pasar desapercibida tras su recuperación por Acantilado.