Maud, a sus setenta años, lucha contra las lagunas de su mente, intentando sobrevivir en casa con la ayuda de su hija y una cuidadora. Para mantener sus recuerdos y desenvolverse en el día a día, tiene la casa repleta de papelitos que se han convertido en su memoria de papel. Uno de ellos contiene un mensaje que le enfrentará a un misterio: Elizabeth ha desaparecido.
Elizabeth es la única amiga que le queda; el resto. o están muertos, o han sido ingresados en alguna residencia. Aficionada a la compra de objetos esperando encontrar algún día un tesoro olvidado, su compañía hacía disfrutar a Maud y sacarle de la rutina diaria.
Pero la sospecha de que su amiga ha desaparecido crea en la protagonista un estado de inquietud que le lleva a decidir averiguar qué ha ocurrido realmente con ella y si sus sospechas de que está en peligro son fundadas o solo una obsesión de su confusa mente, tal y como sospecha que piensan todos los que la rodean.
Comienza así la investigación de Maud, mientas se sumerge en sus recuerdos, lidia con los despistes y descuidos de su memoria y rememora otra desaparición que marcó su vida, la de su hermana en Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Una protagonista que se enfrenta al interrogante de dos desapariciones, dos misterios, dos búsquedas desesperadas; contando con sus desordenados recuerdos y su imprecisa mente como únicas herramientas para encontrar la respuesta. Y una pregunta siempre en el horizonte ¿se puede fiar de su mente? Pregunta que nos lleva hacia otra igual de sugerente ¿se puede fiar el lector?
Y esta es la base argumental de una novela de la que no puedo desvelar más. Solo recomendarte que te dejes seducir por la prosa elegante de la autora, el perfil entrañable de la protagonista y el misterio de una trama que se mueve con acierto entre pasado y presente a través de la mente de Maud, navegando entre dos interesantes historias que se van entrelazando hasta terminar encajando con precisión.