Los personajes a los que nos viene acostumbrando Peter Stamm en sus obras son solitarios por vocación y naturaleza. Transitan por relatos y novelas cruzándose azarosamente con otras vidas sin que ello suponga una merma de su soledad esencial. Pero en el proceso el autor suizo nos ofrece la posibilidad de adentrarnos en sus intimidades, conocer sus miedos y afanes e intentar comprender sus reacciones a veces sorprendentes. Para facilitarnos la empresa Stamm cuenta con un estilo limpio y directo al servicio de unos textos a veces inquietantes, en ocasiones conmovedores, y siempre sugerentes.
Su último libro de relatos, ‘A espaldas del lago’, se abre con ‘Los veraneantes’, un turbador ejemplo de las posibilidades que ofrece un solitario balneario de montaña, a cargo de una joven despreocupada de su mantenimiento, cuando el único cliente es un profesor en busca de tranquilidad para terminar un artículo literario. Aunque el esforzado acceso a través de un entorno salvaje y las múltiples contrariedades que debe afrontar el huésped, no parecen sino acrecentar su interés por el lugar y su inquilina.
No menos sugestivo es ‘El día de los lirones’, en el que la extrema timidez y el deseo de aislamiento de su protagonista se verán positivamente alterados por un festival de música. O ‘La maleta’, donde la complicada intervención quirúrgica de una mujer inducirá a su pareja a una sonámbula escapada en tren, cargando con unas pertenencias que le resultan más cercanas que la propia enferma. Esa reacción solipsista se convierte en verdadero autismo en la protagonista de ‘El bosque’, sometida al influjo de aquel desde que pasó tres años subsistiendo entre sus árboles mientras seguía asistiendo al instituto.
Es constante y significativa la presencia de la poderosa naturaleza y sus desatados elementos en los textos de Peter Stamm, como reiterado es el recurso fiel a ciertos arquetipos humanos y de conducta presentes en otros de sus textos. Así, la displicente encargada del balneario en ‘Los veraneantes’ muestra un talante similar a la inquilina de ‘A la deriva’, relato de ‘Lunas de hielo’ (1999), que también comparte vivienda con el protagonista, mostrándose tan inasible como su gemela. La huida del portador de ‘La maleta’ es tan visceral como la del personaje principal de ‘Paisaje aproximado’ (2001), que se lanzará a atravesar Europa desde un pueblo perdido en el círculo polar. Y el alucinado párroco de ‘La cena del Señor’, abandonado por sus fieles, recuerda al de ‘Hijos de Dios’, convencido de la inmaculada concepción de una joven en el libro ‘Los voladores’ (2008).
Estas regularidades dotan de personalidad a la obra del suizo, que también se preocupa por dar cohesión a los relatos de un mismo libro, a través, en este caso, de su ubicación explícita o insinuada en las cercanías del lago de Constanza o en su entorno montañoso: el Seerücken. Pero aquí, además, un tenue hilo va enlazando los relatos mediante la aparición de elementos similares al final de uno y al comienzo del siguiente: los defectos de una casa de veraneo nos recuerdan el desorden del balneario de la narración anterior, los chillidos de unas gaviotas que cierran uno de los textos suenan como los potentes trinos que despiertan a la protagonista al comienzo del siguiente, un polígono industrial parece ser compartido por dos relatos sucesivos, o el mal tiempo de uno se prolonga en el siguiente. Un juego insinuante que sugiere la presencia activa de un autor que se hará presente hacia el final como personaje del estupendo ‘«Sweet dreams»’.
De forma que si aún no conocía la obra de este excelente narrador en lengua alemana, el breve volumen que comentamos puede ser la ocasión de acceder a un territorio literario tan personal como perturbador. Para no perdérselo.
Gracias por tan buena y bien documentada reseña. Un abrazo José Aníbal Campos