En Solo un muerto más y El cementerio vacío el escritor bilbaíno Ramiro Pinilla nos presentó a este curioso personaje, todo un acierto y un soplo de aire fresco en el género negro de nuestro país. Sancho Bordaberri es un devorador de libros desde su juventud, aficionado a la novela policíaca y, concretamente, admirador de Chandler y Hammet.
Sancho es dueño de una librería en Getxto, abierta en el año 1940. Escritor frustrado, en la primera novela descubrimos cómo se vio sumergido en un caso real que decidió investigar bajo la identidad de Samuel Esparta, un detective de gabardina y sombrero que homenajea a sus escritores favoritos. Esta investigación se convirtió en su primera novela publicada dando así comienzo a esta interesante serie, un juego literario que el autor maneja con maestría.
Cadáveres en la playa se sitúa en el año 1972, el protagonista ha cumplido 53 años y reconoce padecer cierto desfase con la situación de un país en el que ETA ha comenzado a matar franquistas, llega un ruido creciente de los diferentes partidos políticos en el exilio y continúa la lucha intermitente “de periodistas, estudiantes y trabajadores filtrando su voz democrática por los resquicios de la dictadura”. Ajeno a estos movimientos sociales y políticos, Sancho vive centrado en sus novelas y, en menor medida, en la librería.
Al mismo tiempo, un fenómeno natural va a dar comienzo a un caso que se convertirá en la nueva investigación de Samuel Esparta. Las corrientes se están llevando la arena de la playa y pueden salir a la luz los cadáveres que se esconden debajo, víctimas de las ejecuciones durante la guerra civil. Un anciano pescador desvela entonces un truculento episodio de julio de 1937 cuando fue testigo del enterramiento de un cadáver, el de Estebe Barrondo, por alguien que intentó camuflarlo como una víctima más de los fusilamientos por los falangistas.
Dos historias paralelas, trágicas, de tumbas perdidas de la guerra, con Estebe Barrondo como nexo común. Juana Ezquiaga, prometida en aquel momento con Estebe pide al protagonista que averigüe quién asesinó a su prometido, sospechando que el culpable se encuentra entre los cuatro amigos íntimos de la pareja, en un crimen que podría ser pasional, fruto del odio y los celos.
Samuel ya tiene un caso que investigar y Sancho una nueva historia que escribir. Para resolverlo tendrá que desenterrar las miserias del pasado y escarbar entre los secretos de cuatro familias con arraigo en Getxto. Contará con la inestimable ayuda de Koldobike, su dependienta anterior y colaboradora que, desde que se casó, solo aparece en momentos muy puntuales, como es el caso, una infatigable búsqueda de la justicia y de la verdad que deparará a los protagonistas y al lector múltiples sorpresas y revelaciones.
Ramiro Pinilla (Bilbao, 1923) tuvo una fulgurante aparición en los años sesenta con Las ciegas hormigas (1961, Premio Nadal y de la Crítica; Tusquets Editores, 2010) y con Seno (finalista del Planeta 1971). Pero tras ese comienzo exitoso, Pinilla decidió publicar sólo en pequeñas editoriales durante más de treinta años. La edición en 2004 y 2005 de la excepcional trilogía Verdes valles, colinas rojas –Premios Euskadi, Nacional de la Crítica y Nacional de Narrativa– descubrió a muchos que se trataba de uno de los grandes escritores contemporáneos. Así lo confirmaron sus novelas La higuera (2006), Antonio B. el Ruso, ciudadano de tercera y Aquella edad inolvidable (2012), o la recopilación de Los cuentos (2011). Con Sólo un muerto más (2009) inició su serie policiaca, protagonizada por el detective librero Samuel Esparta. El cementerio vacío, la segunda entrega de la serie, confirma que Pinilla es también un excelente escritor policiaco, capaz como pocos de mantener la intriga y la emoción humana en el Getxo de la posguerra, el territorio ya mítico de toda su obra.
Ficha técnica
Páginas 248 19€