Un violín se cruza en su camino (curiosa coincidencia con Yo confieso de Jaume Cabré), un amigo, Boris, también tira de él hacia la música pero la intransigencia del padre acaba con esas aventuras de niñez. Cuando comienza la gran guerra y su padre es llamado a filas su brillante futuro empezará a opacarse.
Finalmente podrá viajar a Berlín para estudiar química, conocer a sus admirados científicos, Eistein, Haber, etc, y labrarse un porvenir. La enfermedad de su padre le obligará a regresar para cuidar de la familia en Sofía de donde no volverá a salir.
Nazis, soviéticos, comunistas y el feroz régimen industrial socialista ocuparán su vida en las siguientes décadas. Sin embargo, las cartas estarán echadas desde su vuelta a Bulgaría y nunca será capaz de remontar el vuelo.
Ahora ciego, casi centenario y malviviendo de una mísera pensión y la caridad de los vecinos solo tiene su mente para viajar, recordar, imaginar y recrear su siglo de vida. Pero no conforme con eso todavía tiene la capacidad de crear personajes actuales e insuflarles vida en este siglo veintiuno siendo él mismo un secundario más.
Dasgupta ha compuesto una sorprendente obra dividida en dos partes, la primera cuenta la historia del siglo vital de Ulrich, con el sabor del fracaso en todas sus escenas, mientras la segunda presenta las ensoñaciones imaginadas del anciano. Últimamente hemos tenido la oportunidad de leer novelas semejantes a la primera parte, la ya mencionada y paneuropea Yo confieso de Cabré (Destino, 2011) y en esta misma editorial la genial Demonio (Duomo, 2011) de Thierry Hesse, obras capaces de englobar un siglo en unas pocas páginas. La segunda parte contiene el eco de Easton Ellis, reflejando la sociedad actual a ambos lados del Atlántico. La combinación de ambas partes es poderosa, impactante y hasta cierto grado radical. La aparición del protagonista de la primera en el segunda suaviza tal ruptura quedando finalmente como un todo unido.
La capacidad de camuflaje literario del autor sobrepasa la media, no es fácil escribir dos partes tan diferentes, con dos estilos opuestos y ser capaz de coserlos simulando unidad estructural. Pero, sin embargo, lo logra. Trabajo conseguido.
No hemos tenido la ocasión de leer su anterior obra Tokio cancelado (Almuzara, 2007) pero esperamos hacerlo en breve para constatar si este Solo es una casualidad o por el contrario es el comienzo de una carrera literaria a seguir. Por lo pronto recomendamos especialmente este título reflejándolo con signo (+) que pueden ver junto a la cabecera.
Marc Canela