“Algo se estaba acabando cuando empezamos –nos dice el autor- La vida se retiraba sin ruido. (…) Las grandes cosas se hacen a veces sin ruido” “El granito, que podemos tocar con el dedo, tiene mil millones de años. El cielo es el mismo, de un azul demasiado puro, vacío y helado, el silencio, eterno. No somos nunca, en este escenario inmutable, intemporal, más que un accidente pasajero, un sobresalto insignificante.(…) Habremos sido ese instante, ese deslumbramiento fugaz en la frente hirsuta, escabrosa de eternidad”.
Momentos de su infancia, compañeros del colegio, personajes del pueblo, tradiciones, el primer libro, mezcla de recuerdo y fantasía; todo nos es contado con una delicadeza entrañable. La contraposición de la campiña y la ciudad, del exilio al que personalmente se ha dirigido al marcharse de su pequeño pueblito y el impacto que supone la vuelta a pasear por entre brezos y aulagas, los colores y olores campestres, los tipos campesinos, el tiempo que parece haberse detenido, los efluvios del pasado que parecen resurgir como fantasmas, de rincones escondidos y oscuros de su mente y del propio espacio revisitado. Espacio teñido del azul de la lejanía, del azul del cielo y del agua; del azul de la nostalgia. Un texto, en suma de una belleza increíble, de una delicadeza deliciosa, un texto para dejarse llevar, soñar, sentir. Breve –apenas 92 págs- pero encantador.
Pierre Bergounioux (Brive-la-Gaillarde, 1949), uno de los mejores autores contemporáneos franceses. Alumno de Roland Barthes, que le dirigió la tesis sobre Flaubert, escritor y escultor, trabajó durante un tiempo como docente y actualmente da cursos de escultura en la Escuela de Bellas Artes de París. En su abundante obra se aprecian influencias de Faulkner, Claude Simon y Pierre Michon. Sus textos a menudo son de inspiración autobiográfica y son difícilmente clasificables dentro de un género concreto, porque participan de muchos de ellos, combinando ficción, prosa filosófica, ensayo, etc. Ha tenido diversos premios: el Alain-Fournier en 1986, el premio de literatura de la SGDL, el Virgile en 2002 y el Roger Calois por el conjunto de su obra en 2009.
Ariodante