Entre novela y novela del Nobel turco Orhan Pamuk (Estambul, 1952), el lector pamukiano suele contentarse con otras obras que calman –y colman– la espera. Son libros que el crítico ponzoñoso tomaría por “libros de relleno”, por exigencia del guión del mercado. Proceden a veces de conferencias y sueltos escritos por diversa causa o acontecimiento literario. No obstante lo dicho, estos “libros de relleno” satisfacen tanto o más que la lectura de sus ficciones. LEER MÁS
El novelista ingenuo y el sentimental reúne seis ponencias escritas en 2009 para las Conferencias Norton de la Universidad de Harvard. La idea enlazadora de todas ellas parte de la clasificación poética que en su día estableció Schiller. Distinguía entre poeta ingenuo y poeta sentimental. El primero responde al canon del autor irreflexivo, espontáneo, natural; el segundo obedece al poeta subsumido por el eco gutural de la duda, el alma interior del poema, el uso meticuloso de la métrica para abrazar el mundo al cual se dirige y desea mostrar y legar.
Vaya por delante ahora esta pequeña digresión. Pese a su crianza acomodada, Pamuk es un escritor autodidacta, lo cual ya se ha dicho. Ha sido lector voraz antes y después de los 18 años, cuando colegía el abandono de la pintura y los estudios de arquitectura. A los 22 años decidió ser novelista. Y lo hizo con el compasivo recelo de sus padres y amigos, sobre todo en un país como Turquía, donde leer novelas era cosa de raros y condenados a sufrir ingratitud y malogro personal. Pamuk ha leído todo, desde las obras maestras de ficción a los clásicos de la novela del pensamiento (Montaigne). Por eso, cuando la generación Nocilla parece que deja de dar ya la lata, uno piensa en que los chicos Nocilla han querido hacer modismos, artificcion para nuevos hermeneutas, y dar por muerta a la novela, cuando la supuesta finada sigue viva. Permítase el juego de palabras; pero se le ha echado cal viva a esta muerta tan viva aún (incluso en su más decimonónica apariencia).
Basta leer estos ensayos literarios para que el lector tenga a bien considerar qué aporta la escritura Nocilla y La montaña mágica de Thomas Mann (¡aún en pleno 2011 y con los influjos de la llamada blogaduría o el aforitwitter de las redes!). Aparte lo dicho, muchos podríamos agradecer las ocurrencias de los nocilleros. Pero nunca les podremos perdonar que nos dejaran fuera a los que preferíamos la crema de cacao Pralim de Zahor, mucho más industrial y engrudosa de asepecto y, por ello, mucho más atractiva en el recuerdo perdurable.
El novelista ingenuo y el sentimental viene a ser un viaje novelístico de Pamuk a través de sus novelas y las de los grandes genios. Pero es una invitación a la complicidad del lector, quien, como el autor, puede padecer de patología ingenua o sentimental. Lo ideal, según se deduce aquí, es que Pamuk opta por la deliciosa esquizofrenia y esa alegoría traviesa que señala a toda su obra. Hay que ser ingenuo y sentimental, y mostrarlo al lector con la seducción interior de la arquitectura que da forma a una buena novela (Pamuk habla de la idea del Centro de la novela). Para darle hilazón a estos seis magníficos textos, Pamuk cita a Nietzsche: antes de hablar del arte, uno debe intentar crear una obra de arte.
Pero el escritor no se jacta en la autocomplacencia ni orada en su ego de escritor afamado (le asiste su derecho a ello). Estos ensayos muestran cómo ha alcanzado –si es que tal alcance puede darse por definitivo– el arte de novelar y de desbrozar al lector el camino hacia el Centro de la novela, por mucho que la maleza aparezca sutilmente y no sea un estorbo, sino un guiño, una travesura nada inocente, un señuelo inaparente para ayudar a despejar el camino y disfrutar mientras tanto de la senda.
Al fin y al cabo, estas seis conferencias tratan sobre literatura comparada. La maestría de Pamuk es que no la hace cargante (algo que, de natural, no tiene la culpa de ser así: sesuda por sí misma). Y no hay que olvidar las anécdotas que sitúan al escritor en el hábitat personal donde Pamuk concibe sus ficciones. Es una habitación interior y, a la par, es una ventana con vistas: Estambul. De ahí los temas que aquí se hilvanan: la visualidad en la novela a diferencia de la pintura, el cálculo fragmentario de los objetos, la adecuación del personaje a la trama y no al revés, el flujo de la trama a través de la concepción del tiempo según la Física de Aristóteles o las “terminaciones nerviosas” de las que hablaba Nabokov (todo ello tan presente en El Museo de la Inocencia), la diferencia entre el escritor verbal y el escritor visual, la soberbia pueril del lector que desea ser tenido por distinto en atención a lo que lee, etcétera.
No hay que olvidar que, pese a haber nacido en la occidentalizante República turca (Atatürk puso fin al Imperio Otomano en 1923), Pamuk no oculta la herencia de una cultura donde la figuración artística estaba prohibida por el credo islámico. Es otra tensión aceptada, más que heredada tal vez; pero que influyó en todo o en parte en la composición estructural y la plástica de sus novelas. No hay que olvidar sus años de iniciación, en los que quiso ser pintor, aquel aspirante a Utrillo que nos recuerda su libro Estambul (esa novela de la memoria y esa memoria novelada de la ciudad).
Por último, como dice Pamuk, se le han acercado los lectores (inevitables moscones a veces) a preguntarle: “Señor Pamuk, ¿es usted un novelista ingenuo o sentimental? Me gustaría hacer hincapié en que, para mí, el estado ideal es aquel en el que el novelista es ingenuo y sentimental al mismo tiempo”. Entre las anécdotas, descolla la siguiente. Y es la de la señora que se le acerca un día para decirle: “Lo conozco a usted tan bien que se sorprendería”. Esto, para el lector pamukiano, no sería más que la alegoría traviesa de otra alegoría también traviesa y anterior, que remite a su vez a otra anterior también. Y así repetidas veces. El lector es invitado a ejercer de personaje alegórico, mitad ingenuo, mitad sentimental. O a ratos una cosa y a ratos la otra. O aparearse por placer y oficio, como aconseja el gran autor turco.
Javier González-Cotta
FICHA DEL LIBRO
gracias. Definitivamente lo leere