Los tratos de Jiro con sus amigos, con las mujeres de ellos, con su cuñada y con su madre son el telón de fondo de la verdadera actividad, la vida infructífera y amargada del primogénito Ichiro. Dotado por la tradición japonesa del papel preponderante en su familia y por sus estudios de la primacía intelectual resulta incapaz de soportar tal peso sucumbiendo ante todo paulatinamente. Ese retrato lento de una situación periférica que realmente es la principal demuestra el oficio adquirido por Soseki.
Soseki perfecciona su costumbre ya usada en Botchan y Sanshiro de retratar imágenes con poco movimiento, ralentizarlas hasta lo inverosímil y hacerlas posar, tal como un pintor haría con sus modelos, para nuestro deleite. Con está técnica Soseki sólo describe la situación, no la juzga, no determina el resultado, no valora los porqués, nos deja en esa tierra de nadie rodeados de personajes apáticos y faltos de actividad vital, sin sangre en las venas, precursores de los protagonistas de sus admiradores como Murakami. Sin embargo, nos ha resultado muy interesante el planteamiento de algunos estudios sobre la obra de Soseki en general referentes a la relación de su forma de escribir con la pintura. Y es que todas las escenas que nos ofrece el autor tienen la composición estática de los obras de los grandes pintores, casi ninguna nos ofrece movimiento real, sino estabilidad y equilibrio, sosiego y descripción. Incluso ralentiza hasta la cámara superlenta algunos movimientos de los personajes, sobre todo las mujeres de la narración, para mostrarnos en su esplendor esos frescos inmóviles, esos lienzos coloridos de gran valor artístico, que pueden suponer un fin en sí mismos dentro del estilo del escritor.
Nueva editorial, genial escritor y una de sus mejores obras, ¿se puede pedir más? Disfrútenla.
Marc Canela
Título: El Caminante | Autor: Natsume Sōseki | Editorial: Satori | Páginas: 412 | Precio : 24€ |