Kafka en la orilla – Haruki Murakami

“Las novelas de Murakami suelen entrar con cierta comodidad en uno de dos grupos: de un lado, los relatos de pretensión realista como Tokio blues; del otro, las fantasías exacerbadas como Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Tokio blues era un relato de iniciación adolescente; la Crónica partía de una búsqueda y se convertía en la travesía de un mundo onírico. Pues bien, Kafka en la orilla es ambas cosas a la vez.”
(Juan G. Vásquez, Letras Libres ) (leer más)


Haruki Murakami (Kioto, 1949), es escritor y traductor japonés. Nieto de un sacerdote budista, hijo de profesores de literatura japonesa, vivió su infancia en Kôbe. Estudió en la Universidad de Waseda, pero su primer trabajo fue en una tienda de discos y después abrió un bar de jazz. El 1986, tras el éxito literario de Norwegian Wood (Tokio Blues, en la versión española)que le convirtió en autor de culto, se trasladó a vivir a Europa y luego a América. Tras el terremoto de Kôbe volvió a Japón, en el 95. Ha recibido diversos premios de prestigio. Sus novelas, en la línea de un Carver o un Salinger, están altamente influenciadas por la cultura occidental: la música pop, el jazz, la literatura europea y norteamericana, y sus personajes suelen ser jóvenes muy occidentalizados, intercambiables perfectamente por los de cualquier otro país occidental.

Efectivamente, como bien nos dice Vásquez, Kafka en la orilla es una novela que participa de dos mundos literarios, inclasificable, pero muy murakamiana, si podemos decirlo así. Crea su propio universo, lo cual es importante en un escritor. Para leerle hay que colocarse en una disposición especial, que nos permita asistir a lluvias de sanguijuelas o apariciones fantasmales; sin embargo no podríamos llamarlo “realismo mágico”, porque no lo es, aunque tenga grandes ecos de él; la obsesión por la muerte, el incesto, la introspección, la soledad, son temas habituales.
Por una parte desarrolla un realismo puro y duro, carveriano: la trepidante vida del Japón actual, occidentalizado y moderno, cuyos personajes podrían desarrollar la misma
acción en cualquier otra ciudad internacional, Berlín, París, Nueva York, Amsterdam…y sólo cambiaría ligeramente el nombre de la comida y la cantidad de arroz. Escuchamos la misma música pop o jazz o clásica, utilizamos los mismos electrodomésticos, los mismos teléfonos móviles o los mismos coches deportivos, las mismas marcas. La ropa, las bebidas, muchas costumbres, todo suena a occidental y sin embargo, el pensamiento oriental está impregnando a todos los personajes, tanto si hablan con gatos como si asesinan a Johnnie Walker o hacen el amor con un fantasma. Resulta, sin embargo, algo exhaustivo y agotador la lectura de las descripciones detalladísimas de la marca de cada prenda o accesorio que usa cada personaje, lo que come y dónde, la cadena de supermercados o de restaurantes de pollo frito americanos. Esto es algo que cansa.
Por otra parte, observamos un doble nivel de lectura, el oriental, un nivel en el que la línea de demarcación entre la ficción real y la ficción irreal desaparece o se hace tan tenue que apenas podemos percibirla. Cierto que todo es ficción: pero Murakami se mueve en un mundo en el que los humanos hablan o se transmutan con los animales, predicen hechos que nadie cree y que suceden, las personas que parecen ser una cosa resultan no serlo y, en fin, transitamos por arenas movedizas leyéndole. Los personajes más ingenuos o simples nos brindan reflexiones dignas de grandes filósofos, mientras que el resto lo ve como lo más natural del mundo. Lo lógico desaparece y lo imaginario, lo fantástico lo sustituye constantemente. Y en este punto Murakami abre la puerta a sus raíces orientales. En la tradición narra
tiva japonesa, sobre todo en los cuentos y leyendas, es algo habitual la transformación temporal de humanos o dioses en animales y viceversa. También la ruptura de tabúes como algo inevitable: el tema del incesto, por ejemplo. Claro que en ese punto podría encontrarse un cierto nexo con la tradición griega clásica y, por supuesto, con la hindú védica.
Es, por tanto, un escritor con el que el público joven, que suele aceptar más fácilmente estos vaivenes de realidad, entra en contacto inmediatamente. Además, sus constantes citas o evocaciones literarias, musicales o filosóficas son captables por un público semejante en Europa o Norteaméric
a.

Kafka Tamura es el nombre que adopta el protagonista de esta novela. Kafka, en checo, significa Cuervo, o más exactamente, Grajo. A lo largo de la obra, el edípico quinceañero escapa de casa, suponemos que debido a una maldición paterna, mantiene una interacción con un alter ego más adulto al que llama Cuervo, que aletea en su oído y le sugiere lo que a él naturalmente nunca se le ocurriría. El tema de la doble personalidad se repite con su nuevo amigo Ôshima, el bibliotecario, una especie de hermafrodita; también el viejo y tonto Nakata, que no sabe leer pero habla con los gatos; el enloquecido y conceptual Coronel Sanders; el camionero Hosino, el más “normal” de todos; la madura señora Saeki, que es y no es joven; la pintura de su amante muerto, y la canción Kafka en la orilla, que da título al libro; todo ello configura un ambiente surrealista, kafkiano, aunque, en mi opinión, en este punto Murakami riza en exceso el rizo. No hubiera hecho falta aludir de tantas maneras al genial autor checo, porque el desarrollo de la novela lo obvia. La inclusión de los informes oficiales de los incomprensibles sucesos con los niños de un colegio, alterna al principio con el relato en paralelo tanto de Kafka Tamura como del viejo Nakata, funcionando como una especie de dosis de realidad frente a lo incomprensible o lo irreal: dos mundos que nunca se tocan pero que de algún modo se interrelacionan, se comunican virtualmente.
Autor quizá sobrevalorado, ya que, como todos los autores “de culto” el público ante su obra parece no cuestionarse nada y simplemente, admirarle. En mi opinión, Murakami intenta abarcar más de lo que realmente abarca, con esta obra. Nos muestra un mundo propio, lo cual es interesante, y unas preocupaciones extraliterarias que enlazan con las preguntas básicas de la humanidad; pero sin un hilo de Ariadna que nos guíe, la laberíntica estructura de esta novela parece quedar demasiado abierta, demasiado indecisa, libre para que cada uno saque sus conclusiones pero sin llegar a saber qué piensa, en el fondo, el autor.

Ariodante
Octubre 2010

Título: Kafka en la orilla| Autor: Haruki Murakami | Editorial: Tusquets | Páginas: 592 | Precio : 25€ |
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4 comentarios en «Kafka en la orilla – Haruki Murakami»

  1. Es un autor para cualquier edad y hay que perderle el miedo de que pertenezca a la Cultura Oriental y sea “intelectual” y difícil su comprensión. Sus novelas son propuestas de comprensión, pero ante todo de sentimiento y evocación, si has sentido soledad, abandono, singularidad en alguna etapa de tu vida o de crecimiento. Creo que es honesto y su fantasía la aceptas si es de tu agrado, así en ocasiones tenga varios niveles de desarrollo (los gatos, los fantasmas, incluso de los vivos, los seres oníricos, los desdoblamientos) Es intimista y sutil, para mí es un gigante escritor que todo el tiempo me enseña…

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